Encuesta 82

Lo vivido con la despedida de Leo Messi del club azulgrana y su desembarco en el todopoderoso PSG parisino, de momento sólo en lo económico, ha sido asombroso. Las imágenes de desesperación, por la salida del argentino del Barcelona, han dejado algunos momentos que, por prudencia, preferimos no calificar.

Esa percepción divina, de una persona que sencillamente corre detrás de una pelota de fútbol y ve condicionados sus éxitos al colectivo que le acompaña y viste su misma camiseta, parece una costumbre arraigada en algunos puntos del planeta, después de otra supuesta divinidad que, con la misma nacionalidad de origen, acompañó la imagen y vida del que todos conocimos como “el pelusa”.

Al margen de la incuestionable calidad futbolística de uno y de otro, que no tiene discusión, junto a la probable realidad de que estén ambos entre los grandes del deporte rey, lo cierto es que no estamos hablando de nada más que de unas personas y de una modalidad deportiva, con alcance universal, pero que no debería de salir del perímetro que lo define como un juego.

Pero los catalanes sabemos muy bien que el fútbol es, interesadamente, parte de la política. Somos conscientes de la intromisión de un club, como el que ahora se ha quedado huérfano de divinidad, en la conflictividad partidista y política, al meterse hasta las cejas en la generación de conflicto social con su apoyo partidario al sectario y supremacista separatismo catalán.

La creencia de que son lo más grande del mundo, que son más que un club, que tienen una relevancia social mayor a la que compete a un club deportivo que hace grande al deporte catalán y universal al deporte español, les pierde. Ellos, que son lo más de lo más, han de tener en su plantilla al mejor jugador de fútbol del planeta. El separatismo lo necesita, han de sentirse importantes, por eso se abre la veda para seleccionar al que será el heredero universal del mejor del mundo, llevando la camiseta azulgrana cada fin de semana.

Dada la situación, cuando ponemos en la balanza dos temas importantes que han afectado a nuestra comunidad, como es por un lado la pérdida de miles de empresas y la consiguiente alteración de perspectivas de futuro económico, frente al dolor creado en la sociedad por la despedida de Messi de un club que debería ceñirse a hablar de lo que acontece en lo meramente deportivo, sucede lo que nos ha pasado con nuestra encuesta de la semana pasada. Un 72% considera que hace más daño al separatismo la perdida de ese referente deportivo que ahora jugará con Neymar, Mbappé y Ramos, en comparación con el 28% que relaciona el daño ocasionado hacia el supremacismo separatista con el desembarco de las principales empresas catalanas en otros puntos de la geografía española.

Con los pies en la tierra y la mente fría parece sencillo señalar lo que es más preocupante, pero dejaremos esta señal de que el separatismo vive en su nube y paranoia, al dar prevalencia sentimental a la fuga de una persona frente a la de muchos miles de empresas abochornadas y ahogadas por la ridiculez de la idea separatista.

No olvidemos que la salida del astro argentino del club de referencia para los amores de los separatistas ha podido tener en el fondo una derivada política. Me refiero a que, para un club ansiado de dejar de representar al fútbol español, el condicionar su futuro durante medio siglo por unos millones caídos del cielo, hipotecando su vínculo con la integración en la competición española, puede haber sido el argumento que justifique el enroque de Laporta y los suyos para darle la cartilla de salida al que llevaba el 10 en su camiseta.

El poder autonómico, decididamente viciado por la obsesión de la estrellita en la cuatribarrada, es más que probable que haya participado en la decisión, justificando el mal generado con la salida de Messi en argumentos rastreros que pretendan señalar a España y sus competiciones como culpables, así como en la perspectiva de separación que tanto les obsesiona y que podía verse cuestionada si se consolidaba el vínculo medio centenario que suponía plegarse a las condiciones impuestas por la dirección de la liga española.

Nunca olvidemos que el separatismo lo condiciona todo, decide todo, manipula todo y, como no podía ser de otro modo, juega sus bazas interesadas para que, hasta la pérdida de un referente como es Messi, sume en sus pretensiones enfermizas y paranoicas.

¿Duele más al separatismo el adiós de Messi o el de miles de empresas?

  • - La marcha de Messi. (72%)
  • - La marcha de empresas. (28%)
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2021-08-16T12:23:40+02:00

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