En el colmo de la bravuconería y desfachatez los gobernantes municipales que tenemos en Barcelona han dado otro paso más, ridículo y absurdo, como es plantear en unos días la eliminación de la calle en honor a Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los Reyes Católicos, del nomenclátor de la Ciudad Condal.
Suma y sigue de las decisiones arbitrarias y sujetas al odio que ampara la lógica de los que nos gobiernan, afanados por hacer desaparecer del presente todo lo que ha sido nuestra historia. La previsible infamia que tendrá lugar era algo cuestión de tiempo. Conociendo la inquina que caracteriza a los que controlan el Ayuntamiento de Barcelona tenía todos los números al ser «reyes» y, para colmo, «católicos». Lo sectario y torticero es que, con esta dinámica, la verdadera pauta que rige es la intención de que la gente normal olvide sus raíces y desaparezca todo vínculo con lo que somos, con España.
La manía evidente que irradia de esta decisión, amparada en una consulta popular que prefiero no cuestionar, aunque parece claro que está fundamentada en el fanatismo sectario del omnipresente separatismo, nos obliga a asumir que estamos en manos de personas que prefieren reír las gracias a los que siguen inmersos en la mentira y la paranoia. La aceptación y trámite del cambio, con la hermana del separatismo al frente y el visto bueno del socialismo que dicen es constitucionalista, clarifica la postura de los que son marionetas y están influidos por el objetivo insano de separar, romper lazos y olvidar lo que somos.
La marginación evidente que pretende esta fiebre de cambios es denigrante. No veo necesario apelar a consideraciones históricas o fundamentos sustentados en la realidad y verdad, cuando estamos valorando decisiones influenciadas por los que viven en su nube. Con este tipo de decisiones se priman los pretextos vengativos, insustanciales e incomprensibles que son el principal argumento del fanatismo separatista que maneja las Instituciones.
Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans