El espectáculo que nos brinda la naturaleza en la isla de La Palma es, sin lugar a dudas, inolvidable. Y lo será para todos, quedando las imágenes que son noticia desde el pasado fin de semana como un eterno recuerdo que sirve para clarificar quién es el que manda en el planeta Tierra. La naturaleza, tan tocada y agredida por la influencia del ser humano, pone en su sitio el empoderamiento que artificialmente nos hemos acreditado, creyendo que la teórica disposición de la racionalidad nos hacía dueños por completo de nuestro devenir.

Con una realidad tangible y cierta como la que avanza inexorablemente por las laderas, arrasando sin contemplaciones por donde pasa y sin posibilidad alguna de condicionar el recorrido, queda suficientemente claro que el mando supremo y la primera potencia del planeta es él mismo. No hay ejército ni potencial humano suficiente para poder parar un huracán, un seísmo, un glaciar que se disuelve o, como nos ha sucedido en nuestras queridas Islas Canarias, la erupción de un volcán.

Para la inmensa mayoría es un drama. Una situación catastrófica que vemos de lejos, compartiendo el sentimiento de los compatriotas que lo viven en primera línea y son testigos del fin de sus pertenencias y el sacrificio de tantos años y generaciones. Es inimaginable el dolor que se puede sentir al ver como engulle una lengua de lava incandescente todo lo que se interpone en su camino, sin remedio ni posibilidad de modificar un ápice la destrucción que elige la propia naturaleza.

En estos momentos es cuando la racionalidad se demuestra y, salvo excepciones, todos nos sentimos ciudadanos de La Palma, canarios y muy españoles, en plena solidaridad con los vecinos de las poblaciones que se han visto afectadas. En este sentido conviene olvidar los comentarios fuera de lugar de los que carecen del sentido que caracteriza a nuestra especie y viven inmersos, irracionalmente y sin posibilidad de recuperación, en el fanatismo de la paranoia separatista. Nuestra obligación, sentida y cómplice, es lanzar mensajes de ánimo y apoyo, comprendiendo lo trascendental y emotivo del momento y todo el sufrimiento de nuestros hermanos palmeros.

Pero el don de la razón, acreditado de forma genérica en favor de la especie humana, a veces tiene algunos deslices excluyentes. De ese modo podemos justificar la conducta de los irrecuperables antedichos y, en modo singular, aunque con corrección interesada a toda prisa, las esperpénticas palabras de la ministra de turismo del gobierno socialcomunista que hoy rige el presente y futuro de España, la Sra. Reyes Maroto.

Es complicado entender que una persona con silla en el consejo de ministros haya podido ser capaz de relacionar la vistosidad de la fuerza de la naturaleza con la posibilidad interesada de potenciales turistas. No tengo palabras oportunas, sin salirme de los cauces lógicos de la educación y cordura, para manifestar lo que siento tras escucharla, olvidando el drama, el dolor y la sensación de desamparo que los afectados pueden sentir tras perderlo todo y ver los acontecimientos de primera mano sin poder hacer nada para evitarlo. Se trata de una, otra más, vergüenza made in Pedro Sánchez Team, a la que desgraciadamente ya nos estamos acostumbrando. No podemos pedir más cuando, con este tipo de gente, hay tan poco donde rascar.

Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans