Que tenemos un mal equipo de gobierno es algo evidente. Las malas compañías y las cuotas, para contentar a los socios y amigotes que dan sostenibilidad y continuidad al camarada Sánchez en Moncloa, suponen para nuestro país y su imagen un alto coste. Dar voz a los que le auparon al poder, en la poblada mesa del Consejo de Ministros, lleva consigo riesgos elevados de credibilidad de nuestras instituciones y, en ciertos casos flagrantes, de capacidad responsable para ocupar los cargos asignados.

No es por un comentario concreto, al llevar ya unos cuantos en los que ha demostrado su nivel y lo que entiende por la defensa de los intereses de España, pero conviene significar la contribución del iluminado ministro de Consumo, si pensamos en un ejemplo claro de inútil que ha accedido a nómina ministerial de la mano de este Gobierno Frankenstein.

Tampoco podemos decir que sea un caso aislado, pero lo de este señor supone una ofensa exagerada que, por mucho representante de IU que sea y su vínculo con Podemos que le otorgue comodines de continuidad, requeriría de un recambio urgente para evitar que se ridiculice, todavía más, la percepción que se tiene de España en el mundo.

En su última elucubración consumista le ha tocado atacar a los sectores ganaderos. Desconozco la dieta de este caballero, más allá de chupar de las arcas del Estado y de la teta en brazos de sus protectores, pero insultar a los productores de carne es una ofensa incalificable. Supongo que debe incluirse en el pack de comentarios que este Gobierno pone en boca de sus títeres para desprestigiar y hundir en lo posible al país que, con el agrado cómplice de sus aliados, se han propuesto destruir.

Particularmente disfruto mucho de mis escapadas a tierras turolenses, donde la población de una gran ciudad no llega ni a la de un barrio de una ciudad del arco metropolitano barcelonés, siendo testigo del esfuerzo que supone para sus gentes tirar adelante y prosperar, ya sea ocupándose de sus tierras y frutales o de sus granjas y animales. Y me consta que se está haciendo un gran trabajo, calificaría de irreconocible, en campos y explotaciones, para que la sostenibilidad, el cuidado del bienestar animal y la eficiencia (energética y en riegos) sea la adecuada al contexto social en el que vivimos. No tiene sentido, por ministro que sea, que hable de mala calidad y maltrato si no sabe de lo que habla. Yo seguiré siendo fan del ternasco y el jamón de Teruel, así como de la aceituna y el melocotón de Calanda.

Decir sandeces y menospreciar la calidad de la carne que se produce en nuestros pueblos, en donde el sector primario es una parte vital del sustento de sus gentes, demuestra que le da lo mismo el país y que vive perdido en la arrogancia y palabrería, sin dejar de ser otro chupóptero más de la política que necesita de frases absurdas e hirientes para que se hable de él y le recordemos.

Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans