Lo vivido el domingo pasado, durante la final de Roland Garros, fue épico. La inmensidad de nuestro mejor deportista de todos los tiempos nos volvió a dejar con la boca abierta. Sus 36 años recién cumplidos, demostrando que es el mejor tenista del planeta, no se aprecian viéndole en pleno fervor durante un partido. Es un verdadero campeón entre los campeones.

Desde el sofá no somos del todo conscientes de las limitaciones que conlleva la lesión degenerativa que arrastra, desde 2005, en el pie izquierdo. En la pista, jugando un cara o cruz que te puede apartar del torneo, es un lastre enorme que tan solo un fuera de serie como nuestro héroe Rafa sabe lidiar. El dolor y las molestias, así como las consecuencias de las terapias para camuflar el mal, no mitigan un ápice la fuerza y pundonor con el que compite el más grande entre los grandes. Sin duda, el mejor ejemplo para el deporte y también para afrontar los retos que te plantea la vida.

En un partido que aparentó ser fácil, Rafa Nadal sumó su 14 Roland Garros, agrandando el margen con los otros dos grandes del tenis (Federer y Djokovic) al llegar a 22 Grand Slam. El resultado en tres sets, con un rosco en el tercero, no dejó margen alguno para la duda, señalando al rey incombustible de la tierra batida.

Nuestro Rafa, una persona querida por todos los españoles y del que hablamos en casa como si fuese un miembro más de la familia, no desaprovechó la oportunidad para agrandar su leyenda en la pista central del torneo parisino.

La Philippe Chatrier fue testigo, con el cien por cien de efectividad acumulada, de un nuevo logro por parte del infalible Nadal, al sumar tantas victorias como finales en las que ha participado. Algo que, en mi opinión y teniendo en cuenta su estratosférica cifra de victorias desde 2005, lo convierten en merecedor de algo más que una estatua en las instalaciones.

En este sentido, ya no sé si el tenista y periodista francés que da nombre a la pista principal debería ser el que dejase su espacio al dueño y señor del polvo de arcilla o, siendo más ambiciosos, está llegando el momento de rebautizar la competición que, actualmente, pone nombre el aviador francés.

El amo deportivo del torneo, español de pura cepa, puede que tenga ese factor como condicionante para alcanzar el hito que parece del todo más que oportuno. Al margen de esa merecida compensación por su contribución al deporte de la raqueta, el tiempo hará que la leyenda de Rafa Nadal perdure imborrable en los que hemos podido disfrutar de su valía como tenista, su educación como persona, su deportividad en la pista y, como no, su patriotismo como seña y bandera.

Le doy infinitas gracias por hacernos disfrutar de este deporte, por su sonrisa, su competitividad, su tenacidad y ese sentimiento que pone a España en lo más alto. La imagen de complicidad con el rey Felipe VI, tras ganar el domingo en París, nos deja a todos encandilados con el que ha sido, es y siempre será, nuestro mejor embajador.

Espero que la solución médica que se plantea dé sus frutos y podamos disfrutar muchos más años de su valía en la cancha. Y, cuando el tiempo marque la inevitable despedida, que le permita vivir una vida en la que pueda disfrutar a diario, sin molestias ni dolores, de nuestro agradecimiento y cariño infinito por todo lo que nos haya dado su dilatada y fructífera carrera profesional.

Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans