Conforme pasan los meses y el destrozo avanza, consolidando el caos en la sociopolítica española, se hace más complicado pensar en la posible reversibilidad de la situación.
Estamos acostumbrados a que, como si de una norma se tratase, tras el paso por la política de personajes como Zapatero o nuestro actual Atila Sánchez, se deposite toda nuestra esperanza en los que vienen después.
El tiempo nos ha demostrado que todo es reconducible y, con ese esperanzador ánimo, vemos el vaso medio lleno y entendemos que hay un atisbo de ilusión tras el paso del huracán sanchista por Moncloa, con todo el lastre que lleva consigo. Y, por supuesto, siendo muy conscientes de la envergadura que tiene el reto que puede suponer reposicionarlo todo tras otro ciclo más que convendrá olvidar.
La gestión incalificable, que nos ha ubicado entre los países que son el hazmerreír mundial, tan solo se la debemos a la troupe de mediocres que arropan al amo. Ellos nos han metido en un berenjenal tremendo, dejando la nación española por los suelos, en términos de patria, de economía, de bienestar, y con una situación interna que ya no tiene como excusa la invasión rusa o la pandemia.
Nuestra inflación está desbocada por tener malos gestores económicos, llegando a pagar el carburante mucho más caro que en países de Europa con mayores rentas per cápita. Somos un auténtico desastre. Y, para colmo, debemos sumar en breve las consecuencias derivadas de los errores generados en la política exterior.
No es predecible, pero seguro que no traerá nada bueno, el tinglado que se ha montado con Argelia como efecto derivado de decisiones unilaterales en temas en los que está involucrado Marruecos. El margen de error es escaso si asumimos que habrá un elevado incremento en el precio del gas consumido por los españoles.
No tiene sentido que, en plena crisis energética y con todo el follón que tenemos con los precios y los suministros, a Sánchez se le ocurra abrir este melón que afecta a temas candentes en el norte de África, sabiendo las tensiones existentes entre sendos países vecinos del otro lado del Mediterráneo.
Por más vínculos, tratados, acuerdos o hermandad que haya, el máximo riesgo que vivimos los españoles –en muchos sentidos- viene del sur, justo donde nuestro incalificable presidente va haciendo últimamente amigos.
Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans