No se trata de una novedad, puesto que es un tema recurrente cada año, pero lo que estamos viviendo este 2022 con los fuegos a lo largo y ancho de España es un verdadero drama, convirtiendo nuestro país en un infierno.

Una realidad que ya suma las primeras bajas humanas. Mando, en este sentido, mi pésame por el brigadista fallecido y por el pastor que murió intentando salvar a su ganado. Ejemplos puntuales que enervan el ánimo al pensar que estas situaciones podrían haber tenido un efecto devastador mucho menor. Algo factible de haber existido una planificación y actuación de saneamiento de nuestro patrimonio natural, por parte de las diferentes administraciones, acorde al estado de nuestros bosques.

La sabia naturaleza nos está pasando factura por la dejadez y el abandono. Nos devuelve con creces la minusvaloración que se hace del cuidado de ese pulmón que sanea nuestro aire, haciéndonos testigos de la grandilocuencia que supone ver kilométricas líneas de fuego.

Nadie se acuerda, al enfocar todos hacia la prioridad que es el drama personal que supone el fallecimiento de personas y los destrozos que lleva parejo el efecto del fuego en poblaciones, pero no debemos olvidarnos del mal que ocasiona a nuestra flora y fauna, nuestra biodiversidad y nuestro ecosistema. Me pregunto, con un dolor mayúsculo en mi corazón, la cantidad de animales que viven en nuestros bosques y se han visto afectados por la negligencia humana o la intencionalidad enfermiza del pirómano.

En un país como el nuestro, en el que el mayor drama que podría haberse dado en nuestra sociedad llegó a subsanarse con unos indultos interesados a la carta, se pierde la esperanza de que se dictaminen castigos proporcionales al daño causado por fuegos provocados. Si existiera correspondencia entre esas maldades y sus consecuencias se hablaría de penas mucho mayores a las que hoy redactan nuestros códigos. Algo que, esperemos, pueda ser revisado en algún momento para darle un enfoque mucho más punible a ambos ejemplos.

En mi opinión, sabiendo que la mano del hombre está detrás de al menos 9 de cada 10 incendios forestales, no se puede ser condescendiente con personas capaces de tanto mal. La ruina personal del que es capaz de incendiar un bosque no puede ser generadora de ruina para el prójimo y las nuevas generaciones, mereciendo un castigo comprensible y justo para los que amamos la naturaleza.

El cambio climático tiene sus consecuencias, indudablemente, pero no puede mitigar ni desviar la responsabilidad humana de lo sucedido. Debe actuarse con rotundidad ¿qué hay más público y de todos que nuestra naturaleza?

No vale, como hemos visto tras la visita del presidente a las zonas afectadas, que el recuerdo de lo vivido sea una foto con un fondo calcinado. Una imagen que, por cierto, documenta de forma clara lo que ha supuesto el paso de Sánchez por el Gobierno de España. Sino que la noticia que debe quedar en nuestra mente, y en la de los posibles infractores a futuro, es el castigo impuesto a los inhumanos que encendieron las mechas para generar tanto caos.

No parece prudente ni necesario que les hagamos el favor haciéndoles disfrutar del fuego en una hoguera inquisitorial, aunque puede que a algunos se nos haya pasado esa imagen por la cabeza al pensar en todo lo que ahora es ceniza y antes fue vida.

Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans