El comienzo de un nuevo curso escolar está cercano. El próximo lunes volverá esa normalidad que marca, por costumbre, el inicio de las clases. Saldremos de sopetón del periodo vacacional, conviviendo de nuevo con la angustiosa circulación viaria que caracteriza a esas horas en las que los niños entran en sus colegios. La vida, en su sentido amplio y recurrente, recobrará esa cotidianidad que pone orden en los meses no estivales.

Pero una singular diferencia nos espera respecto de otros años, como respuesta inquisidora y vengativa de los que mandan en la Generalidad catalana. Es su modo de contestar a la sociedad que se moviliza para reclamar un derecho constitucional, tras negar el cumplimiento de la sentencia que exige un nivel de docencia en castellano, mínimo y lastimero, del 25%.

Con el beneplácito del sanchismo, necesitado de poder para superar sus complejos y henchir su ego, los fallos judiciales perturbadores del horizonte monotemático separatista quedan en suspenso. Es el precio a pagar por mantenerse en el poder, sin importar la vergüenza que supone vivir arrodillado y sumiso ante el amo separatista. Paradójicamente, los que se libraron de la cárcel tras su intentona golpista, en la actualidad son parte –usando sus muñecos de guiñol- de la mayoría que sostiene a este ridículo Gobierno de farsantes, titiriteros y vendepatrias.

Con toda la rabia vampiresca de los que tenemos mandando junto al Zoo de Barcelona, y con los mindundis capitalinos sumisos ante cualquier requerimiento por parte del elenco paranoico que le sustenta, se ha consumado el último invento supremacista. Una novedad que se plantea como una bofetada a todas esas ilusiones que muchos teníamos al pensar que vivíamos en un país serio. Una nación que ahora está en manos de los que, incluso, quieren manosear en el Poder Judicial para usarlo interesadamente como títere de los que no creen en la vigencia del marco constitucional.

Emerge una figura nueva que alcanzará un protagonismo especial en los centros docentes. Se trata de una novedad solo válida en su nombre, aunque vieja conocida al existir desde mucho tiempo atrás en formato amateur por parte de muchos fanáticos autodidactas. El trabajo de estos nuevos peones del separatismo es fijarse en el modo de hablar de los chavales. Ya no solo les preocupan las aulas, sino que ahora lo que importa son los patios, comedores y zonas comunes de las escuelas, lugares condenados a la imposición del sectarismo idiomático. Algo irrespetuoso con la convivencia en una sociedad como la nuestra, en donde existen dos lenguas cooficiales. El vigilante del idioma impedirá que se hable en libertad en otra lengua diferente a la que abandera el régimen hispanófobo. Un cargo investido, con toda su pomposidad, en el que cabe la duda de si llevará el brazalete lazi para identificarse.

Por la libertad, sin olvidarnos del futuro de los que vienen detrás, el 18 de septiembre hemos de arrimar el hombro. Os invito a participar en dicha cita y prescribir la convocatoria. Entre todos hemos de reafirmar la vigencia del ordenamiento constitucional, pese a que nuestra legalidad hoy esté supeditada a los separatismos y la connivencia de los que necesitan de éstos para comer caliente y dormir palaciegamente.

Os esperamos el 18 de septiembre.

Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans