“¿Quién tuviera 20 años?” Lamento nostálgico que muchas veces hemos exhalado con la intención de recuperar los años mozos y con la ilusión propia de esa bisoñez, rectificar errores o cumplir proyectos que en su momento no nos atrevimos a realizar.

En esta sociedad nuestra desnortada, agobiada por múltiples consignas cuyo único objetivo es privar de libertad, estamos obligados a pasar de ese afligido lamento a un grito de fortaleza para enderezar la ruta que nos están marcando los interesados en tener ante sí ciudadanos desincentivados, maleables a cualquier directriz aunque sea errónea. Afligidos sin más, sería nuestra pena de muerte si no tuviéramos conciencia de nuestra responsabilidad ante el declive de los principios éticos que deben regir el comportamiento humano.

La familia, el primer ámbito de socialización, que nos cobija con amor y guía nuestros primeros pasos en la búsqueda de la propia personalidad frente a la de los demás, está siendo desprendida de su función por quienes desean tratarnos como una pieza más de su redil. Los poderes públicos sólo deben suplir a los padres cuando estos fallan en su labor y en su lugar están obligados a cumplir; basta recordar la nefasta actuación con las jóvenes protegidas por la Administración en Valencia y en Baleares y la negativa a buscar culpables, para exigir responsabilidades, la impunidad no puede estar del lado de los servidores públicos, sería negativo para la sociedad en su conjunto pues la ley debe cumplirse y si no es así la pena ajustada a la ley debe aplicarse.

El concepto de bien común está poco arraigado en gran parte de los políticos, únicamente se decantan por los intereses que puedan beneficiar a ellos mismos o a su posicionamiento ideológico, basta con recurrir a su patrimonio antes y después del cargo o ver cómo se atrincheran por años en un puesto laboral de la administración bien remunerado dentro o fuera del país. El concepto de trabajo que dignifica a la persona y le hace valorar principios como la disciplina que conlleva el sujetarse a un horario, la satisfacción de mejorar día a día el servicio prestado, se va evaporando y el desencadenante es la deserción y lanzarse sin reparos a la manifestación jaleada por los sindicatos subvencionados por el poder y se hace más destructivo cuando los pasacalles son de adolescentes, escolares dirigidos por profesores faltos de ética y de la mínima responsabilidad profesional.

La adicción al enchufe por parte de los representantes de la sociedad, es continua, el nombramiento de familiares, de amiguetes para ocupar un puesto en la administración o compañía oficial paralela se multiplica, sociedades de nueva creación que dicen estar justificadas por lo necesarias que son para un mejor funcionamiento del Estado. Recordemos los 22 ministros del Gobierno…..ministerios creados para dar realce a la instantánea de los informativos que los recoge al completo en el Consejo y así avalar la posterior notificación de las fabulosas leyes que han redactado. Leyes que nos privan de nuestra hacienda a través de impuestos innecesarios, que nos impiden estudiar y recibir información de los poderes públicos en la lengua oficial del Estado, que nos imponen la cacareada “ memoria democrática” cambiando el curso de la historia, que blanquean los actos salvajes realizados por grupos terroristas, que blindan la actuación de los secesionistas al darles puestos de responsabilidad en áreas estratégicas de la seguridad del Estado y otras muchas barbaridades.

Una retahíla de ineptos al mando de cargos de responsabilidad, que manosean áreas sociales de delicada dirección, mientras nuestros profesionales de gran valía tienen que irse al extranjero por falta de reconocimiento, por un sueldo digno o por imposiciones lingüísticas nacionalistas que les impiden registrar con libertad su residencia en alguna región de su país. Políticos, elegidos para representarnos en la sede de la soberanía nacional, no son capaces de expresarse en un lenguaje ajustado a las reglas gramaticales, lo distorsionan dando un ejemplo de precariedad, vergüenza oírles, desconocen la historia, la geografía…..¿Qué se puede esperar?. Mal punto de referencia para los jóvenes, les hacen creer que cualquier iletrado puede alcanzar un puesto de responsabilidad. Las últimas referencias parlamentarias son impensables en un país con dignidad. No se puede llamar filoetarra a quien los defiende en el pleno del Congreso, lo que conlleva la expulsión de la Cámara legislativa y por el contrario sólo una simple advertencia por parte de la presidenta ante el descalificativo que hace una ministra al partido mayoritario de la oposición por inculparle de fomentar la cultura de la violación.

El desprestigio de la ley, su manipulación, su control, su interpretación política hace explosionar la división de poderes necesaria en todo sistema parlamentario liberal.

Ana María Torrijos