Rectificar es algo que puede tener varias connotaciones. En este sentido, voy a proceder reconociendo, humildemente, un error en parte del contenido de una de mis publicaciones.

En mi escrito titulado “un nuevo mundial de fútbol”, del 22 de noviembre, aludía a la esperanza de lograr un nuevo título de campeones del mundo, tras haber logrado el de Sudáfrica. Usé el argumento de que la organización recalaba fuera de los continentes europeo y americano, olvidando que en 2002 tuvo lugar dicha Copa del Mundo en Corea del Sur y Japón.

Este recuerdo tuvo lugar durante el sufrimiento del pase de los nuestros a la eliminatoria de octavos en Qatar. Lo hemos hecho siendo segundos de grupo, por detrás de Japón, con la inmensa ayuda de los amigos alemanes que cumplieron en su compromiso frente a Costa Rica, compensando con esa victoria el colapso de los nuestros.

Nuestros jugadores y equipo empezaron el Mundial ganando de forma aplastante a Costa Rica, tras ello empataron en el siguiente partido con Alemania y, con unos minutos agónicos que nos devolvían a la casilla de salida, hemos acabado la fase de grupos derrotados frente a los nipones, siguiendo una dinámica que vaticina un incierto torneo para los que empezaron arrollando de forma contundente a los ticos con un histórico 7-0.

Fue la imagen del balón fuera del campo, en la jugada del gol que a la postre supondría la victoria japonesa y el pase como líderes del grupo E, lo que me llevó al recuerdo que justifica la corrección antedicha. Esa jugada me ha devuelto al momento inolvidable de Joaquín, tras anularse un gol que hubiese sido decisivo para pasar la eliminatoria durante el mundial de 2002. El colegiado egipcio del partido, el señor Gamal Al-Ghandour, dio como inválido un gol que nos hubiese permitido el pase a cuartos de final, sin que se supiese que años después existiría una opción tecnológica para aclarar estas dudas –el VAR-. Las imágenes ralentizadas que vimos, tras dicho fiasco, certificaron que aquel gol era del todo legal, al no salir la pelota como dictaminó el árbitro. Se producía una injusticia más en contra de los nuestros, a la que podía sumarse, por ejemplo, la jugada que acabó con la nariz sangrante del actual seleccionador nacional en el partido contra Italia en el Mundial de EEUU de 1994. Debemos tener en cuenta, para entenderlo, que en un caso jugábamos contra un equipo ya laureado y, al referirnos a la situación vivida en Corea del Sur, el partido era frente a uno de los coorganizadores.

Como digo, no tener galones o estrellas en nuestra camiseta pudo pesar para que la decisión fuese favorable para los asiáticos, en aquel gol de Morientes a centro de Joaquín en 2002, algo que cimentó la creencia generalizada de que se favorecía a los coreanos en su Mundial de Fútbol. De ese modo, la que podría haber sido la estrella que bautizara nuestra camiseta como campeones (el equipo que teníamos lo merecía) tuvo que demorarse a la final de Johannesburgo en 2010.

Queda demostrado, al ver las imágenes con detalle de lo sucedido en Japón, que el VAR puede no ser del todo fiable. A pesar de las cámaras y el uso de medios avanzados, las decisiones pueden verse condicionadas por interpretaciones o criterios subjetivos del equipo de colegiados. Aunque, en este caso, el dolor y llanto ante esa errónea decisión no recaló en nuestra saca. Nosotros pasamos de todos modos, sufriendo mucho y tras llegar a estar eliminados durante los minutos en que Costa Rica ganaba su partido. Los que han salido perjudicados de ese mal diagnóstico han sido nuestros hermanos alemanes, a los que cedemos el testigo para el lamento y las palabras en contra de dicha tecnología y sus fallos.

Esa corrección, apelando a Asia como novedad cuando realmente no fue así, olvidando el mundial de 2002 aludido y no entrando en el debate con el de Rusia en 2018, se hace de forma sincera y por un error de memoria –uno ya tiene cierta edad- que puede ser del todo comprensible. Pero hay correcciones que no obedecen a la sinceridad y el sentir real de la persona, estando impuestas o condicionadas. Esta situación ha sido del todo evidente con el “cagabandurrias” Lambán, presidente socialista de la comunidad aragonesa. Difícil momento ha debido superar para tragarse sus palabras en contra del inepto presidente Sánchez, tras una llamada al orden que ha recibido desde Ferraz.

Es cargante e insoportable el comportamiento en formato vaivén de los líderes autonómicos del PSOE, cuya inteligencia les hace revelarse ante el vergonzoso macho alfa cuando la evidencia demuestra que éste se equivoca en sus decisiones, pero que reculan al mínimo toque de atención. Quizás deberían ahondar en la rebelión interna para acabar con el mal, en lugar de agachar las orejas y meter el rabo entre las piernas.

Es comprensible que reaccionen cuestionando las decisiones humillantes del que nos gobierna, cuando éstas están enfocadas a compensar y conceder gracias al comunismo y al separatismo, socios que tanto necesita. Pero deja en muy mal lugar a los que apagan su insurrección lastimosamente, tan pronto se vislumbra un atisbo de duda en la continuidad del sillón, del cargo y la nómina. Es ridículo el cambio urgente de postura, tras un tirón de orejas desde la sede del partido por salirse del guion. Todo les vale para que no se les cuestione, sin importar la imagen que trasciende de la claudicación. Es asumible toda humillación personal sí, con ello, no queda atisbo de duda en relación con la lealtad hacia el amo supremo y se deja pasar, como si nada, el desaguisado.

Impresiona ver a los dirigentes de ese partido, los que ocupan cargos y, en especial, la pantomima de sus parlamentarios en las decisiones importantes en la Cámara Baja, trasladando a la opinión pública la inexistencia de fisuras, yendo en bloque y al unísono en las cesiones y concesiones al separatismo. Algo que no coincide con el pensar de muchos de sus propios votantes. Conociendo a alguno de ellos, creo que no es así, aunque lo desagradable es que, a pesar de todo, en muchos casos la papeleta a la que votar a futuro siguen sin cuestionarla.

Apelo a que los socialistas que no comprenden ni comparten decisiones como son: la retirada de la Guardia Civil de Tráfico en Navarra, las selecciones deportivas destrozando la unidad del deporte internacional de España o la supresión del delito de sedición en el Código Penal -para facilitar nuevas intentonas de los que nunca se han arrepentido de su primer golpe de 2017-, para que reflexionen ante próximas citas ante las urnas.

Los ejemplos citados en el párrafo anterior son tres claras evidencias de concesiones a las minorías separatistas que tienen secuestrada la gobernabilidad nacional. Si de verdad les afecta a su sentido común, les invito a que les den un portazo definitivo por mentirosos y vendepatrias, cambiando su voto. Es la manera más efectiva para contribuir a evitar que este mísero y rastrero Gobierno se repita y siga ensuciando más años la historia de España. Hay variedad para elegir constitucionalismo, sin tener que someterse al yugo del sanchismo traidor.

No sirve, como hemos visto con el presidente aragonés, el paripé de saltar del sillón indignado para, a la postre, desdecirse y agachar la cabeza con el único fin de no verse personalmente perjudicado. Hay que abandonar ese barco, si huele mal y está lleno de víboras y lacitos.

Y lo peor es que este escrito lo he titulado “Cagabandurrias I”, al tener claro que ese proceder de negación de lo que uno piensa, para no dejarse el sillón y sueldo por el camino, puede que no quede solo en esa primera entrega con Javier Lambán como protagonista. Es pronosticable la reconversión de más barones del PSOE, que se tornarán sumisos y comprensivos con MisterMoncloa si su perdurabilidad así lo exige.

Para los acomplejados, necesitados de poder y de ego, lo que puedan opinar sus votantes es secundario y, desde luego, el futuro de España y de los españoles no es más prioritario que el buen vivir que supone el privilegio de la condición de baronía.

Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans