Superado el 6D podemos decir que todo vuelve a la normalidad. El retorno a la vida corriente libera a muchos de esa condición de ser el foco de la noticia, por trasladar su imagen supremacista y sectaria, como sucedió al expulsar del colegio a chavales por llevar al aula nuestra bandera en plena competición mundialista de fútbol o, en otro claro ejemplo de ignominia hacia sus propios vecinos, cuando la alcaldesa de Vic prometió a la población residente de origen marroquí privilegios festivos en toda la Plaza Mayor, en caso de que Marruecos eliminara, como sucedió, a la selección que representa a los vigatanos.

Dicha condescendencia sumisa de la alcaldesa, perteneciente al partido liderado por el fugitivo del maletero, no es un tema baladí. El privilegio que supone la concesión municipal nunca lo hemos tenido, en nuestro caso para hablar y no desangrar lentamente a corderos, las asociaciones constitucionalistas o los partidos políticos de ese mismo perfil en dicho emplazamiento. A lo sumo hemos podido usar dicho espacio de modo simbólico y delimitado, trasladando la percepción de que nuestras palabras, en favor de la España constitucional que le permite a la alcaldesa ejercer la política y ocupar su cargo, sean más lesivas que el desangrado festivo o el ulular de sus afines.

De la imagen deportiva de nuestro equipo nacional de fútbol conviene hablar lo justo, tras la sensación que tenemos de desinfle mayúsculo de los que parecía que iban a comerse a todos sus rivales a base de goleadas. El guion de nuestra eliminación parece diseñado para que duela. Empezar goleando de forma espectacular, para continuar con un empate lógico dado el rival y entrar en barrena con un caótico apagón, cerrando con ello la fase de grupos, se ha visto culminando con la hecatombe del primer partido a cara y cruz, nada menos que contra nuestros vecinos del sur.

Los partidos de fútbol no se ganan, como sucede en el boxeo, por puntos. De nada vale acumular más de un millar de pases entre los nuestros, faltando lanzamientos a puerta y juego de ataque. Lo del cruce de octavos vaticinaba un final desilusionante, tras el suplicio tedioso de un tiempo reglamentario y prórroga que nos sometía al drama de los fatídicos lanzamientos de penalti. Algo en lo que, tradicionalmente, no me suena que seamos excesivamente agraciados. Nuestros jugadores y equipo técnico se van de Qatar dando una percepción agridulce de lo que puede demostrar al mundo el fútbol español, capaz de todo –bueno y malo- en un corto espacio de tiempo.

Haciendo un ejercicio mayúsculo de autocontrol y de optimismo podemos pensar en positivo, como traslada el tuit de la Casa Real tras la eliminación. Valoremos el prometedor futuro que nos espera con jugadores que tienen un esperanzador recorrido en esto del balompié, junto a las deseables modificaciones que deben darse para devolver la ilusión a los aficionados y pasar página a esta fase de mediocridad en la que nos hemos instalado.

Pero no olvidemos que, durante este 6 de diciembre y antes de que la tarde nos dejara mal sabor de boca por la eliminación futbolera, pudimos sufrir, nuevamente, de la hipócrita celebración frente al Congreso de los Diputados del Día de la Constitución. Un evento en el que el único momento respetable fue el izado de la bandera nacional, dada la falta de presencia de la mitad de los presidentes regionales y autonómicos, a la que sumar la patética imagen que nos brinda la mitad de nuestro actual Gobierno, puesto que la otra mitad ni se dignó a estar presente. Una falta global de respeto que retrata a todos los que no estuvieron.

El presidente y líder del sanchismo, con sus temibles palabras que suelen mezclar odio con falsedad, volvió a dejar claro el nivelazo constitucional del que admite que se trabaje en la sombra para darle una vuelta de tuerca completa a su redactado, con el único ánimo de acomodarlo al yugo del separatismo y del comunismo. Un sometimiento adecuado al credo de los que quieren romper España y ahoga los derechos y libertades que refleja nuestra actual Carta Magna.

Tejemanejes que no le suponen ningún quebradero de cabeza y con los que disfruta, mintiendo con argumentos europeizantes que no se los cree nadie, como ha sido el culmen que deriva de la eliminación del castigo por sedición o el “prometedor” retoque que nos espera con la malversación. Alteraciones en la legalidad vigente que pretenden abaratar a sus socios el coste ante nuevas intentonas golpistas, ahora con el plácet del actual residente en Moncloa, sin olvidarnos de la despenalización a la carta de las condenas impuestas -por ladrones- a sus compañeros políticos.

Este es el modus operandi al que nos tiene acostumbrados semejante gobernante sin escrúpulos y con muchas ínfulas. Una persona que antepone, por encima de todo, el logro de más tiempo en el poder sin importar el alto coste que supone la dinámica recurrente de constantes cesiones y concesiones, favoreciendo a los que ni quieren ni respetan a la nación de todos.

Solo la falta de vergüenza, así como el ánimo desmesurado por henchir el ego y disfrutar de todos los parabienes que lleva implícito el cargo de presidente del Gobierno de España, justifica la mentira descontrolada y la sinrazón que supone que un individuo tan denigrante como Sánchez –de la mano de todo su ridículo club de fans y palmeros- siga siendo la cabeza política visible de esta nación. Un país que no se merece tanta bajeza moral y que se ve abocado de forma reiterada a la deshorna, al claudicar en favor de los herederos del terrorismo y los golpistas del separatismo catalán.

Tremendo horizonte nos espera, en este último y largo año de sanchismo, siendo testigos, como reconoce alto y claro el camarada Otegi, que son ellos –separatistas, soberanistas, golpistas y pelajes denigrantes varios- los que llevan las riendas de la nación española, muy a nuestro pesar.

Para finales del año que viene esperemos que las expectativas aparquen, por fin, esta etapa angustiante y denigrante que lleva asociado el liderazgo del que apuesta por perdurar y coaligarse con los que tienen por objetivo prioritario el fin de la “unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles” (artículo 2 de nuestra Constitución). Me ha parecido oportuno que el colofón de mi escrito del 6D incluya las palabras que mejor me representan del articulado de nuestra Ley de leyes.

¡Feliz día de la Constitución! y ¡Viva España!

Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans