Todos los que vivieron la transición hacia la democracia, que se manifestaron y votaron con pletórica ilusión una libertad no sólo de palabra sino también de hecho, que asumieron el dejar atrás todos los enfrentamientos que desembocaron en una guerra civil para en convivencia colaborar en un proyecto que les permitiera prosperar, fomentar una preparación académica y profesional completa, asumir con respeto la presencia de España como nación en la historia, a todos ellos ¿Qué saldo les queda?, ¿qué satisfacción sienten después de un periodo muy amplio de debates, de comicios generales, autonómicos y municipales, de la sucesión de varios presidentes de gobierno? .Un hoy desalentador, nada satisfactorio, incierto, sin presencia internacional, ni en política, ni en el campo de la cultura.
La prepotencia, la cobardía, las mentiras, las tibiezas han deteriorado paso a paso ese proyecto prometedor y por encima de todo la corrupción está en vías de privar a la ciudadanía de la oportunidad de ser personas libres para programar metas a alcanzar, para pensar y manifestar todo lo que esté a su alcance siempre dentro de los límites que marca la ley redactada, contrastada por los parlamentarios y refrendada por el pueblo, la Constitución.
Cuando se permite, a sabiendas, el incumplimiento de una norma, por pequeña que sea, pautada por la ley, lo siguiente es seguir frecuentando ese camino y si cabe, no dejarlo nunca, pues trae réditos al infractor. Ese comportamiento cuando se da a niveles políticos, repercute en detrimento de la sociedad, es el patíbulo para toda ella en su conjunto.
Empezar esa andadura democrática requiere aceptar la alternancia, el cambio de mando, el resultado de las urnas y el comprometerse al bien común, el tener el convencimiento de que el otro es la alternativa, no el enemigo a batir. Fallos o mejor dicho tropelías han habido a montones, por de pronto la primera el hacer creer que la única honradez y el progresismo social sólo puede hallarse en la izquierda, que los otros, la derecha, son los cuervos, los quebranta huesos, los que su único objetivo es aprovecharse del trabajador. La simplicidad de estos posicionamientos está en anunciar y en insistir sin pausa que los acaparadores del calificativo de demócratas son ellos y el otro es el fascista, el incumplidor de la legalidad. Se ha llegado a tal extremo que en el subconsciente se ha imprimido que el sentido patriótico, el ser de España, su himno, su bandera es una herencia franquista, y por lo que vemos con las estrategias de los nacionalistas hasta la lengua, el español lo acuñó Franco.
La población ha sido movilizada con el argumento más ocasional, hay que recordar lo ocurrido con el atentado del 11M con pruebas adulteradas a lo largo de la indagación de su autoría , el chapapote, el descarrilamiento del tren de Madrid a Santiago de Compostela, todo ello sin dar tiempo a indagar lo ocurrido, por el contrario, los sucesos o tomas de decisión de ellos desde el poder aunque sean negativas, son estupendas y bien tomadas y un tupido velo secundado por algunos medios informativos a cualquier réplica.
Una encrucijada nos retiene, muchos han callado y callan por diversos motivos, no han alzado la voz cuando se iban tomando decisiones con decretazos, varios no constitucionales o se iba derrochando el dinero en gastos superfluos, para llenar los bolsillos de los que secundan estos comportamientos. Es incomprensible que se haya derogado el delito de sedición con las consecuencias que conlleva, animar a los que dieron el golpe de Estado en Cataluña a intentarlo otra vez y lo manifiestan sin reparos, e incluso el de malversación, todo a la carrera, sin descanso para dejar a un lado la posible reacción de los electores en los próximos comicios, pero se ha dado un paso más en dirección al tiro de gracia de la independencia del poder judicial limitando la capacidad que ostenta de aplicar y defender la ley sin carga política, frente al deseo de doblegarla desde el poder ejecutivo.
El pueblo español es el que ostenta la soberanía y ningún poder del Estado puede arrebatársela unilateralmente, sólo están destinados a protegerla. La libertad se conquista.
Ana María Torrijos