Tras una desesperante jornada de lunes, con todas las miras puestas en lo que sucedía dentro del edificio singular del Tribunal Constitucional, la esperanza en la fortaleza de nuestras instituciones –las que todavía quedan sin contaminar del todo- nos dio una alegría.
En una decisión histórica, el TC se posicionó como la mayoría deseábamos. Con 5 votos en contra, por parte de los integrantes condicionados por los espurios intereses del Gobierno, se admitió el recurso de amparo planteado por diputados del PP para paralizar los tejemanejes del presidente del Gobierno. Algo que no había sucedido hasta la fecha y que deja en evidencia el grado de perversión e inmoralidad del sanchismo.
Lo de ayer pone en valor el compromiso y la profesionalidad de personas con alta formación judicial, al actuar con objetividad y poniendo en prevalencia los intereses y la legalidad de España. Aunque, tras la votación, haya quedado claro que no todos opinan con imparcialidad y la Constitución como única influencia. En este sentido, es comprensible la dificultad que supone decidir estando condicionado por los intereses de unos poderes del Estado diferentes al judicial. Y, desde luego, está claro que para meterse en temas legales no vale cualquiera. Solo hay que ver, “sí y solo sí”, lo que ha ocasionado a la sociedad el que inútiles jueguen en una liga en la que no se está capacitado.
La estrategia de Sánchez, en un intento de perpetuarse en el poder y manosearlo todo a conveniencia, se ha visto truncada. Pero este éxito puntual no es definitivo. Ya se sabe que los heridos suelen ser más peligrosos y, por eso, hemos de estar atentos a las consecuencias de este portazo en las narices. El interés por seguir mintiendo, tergiversando y humillando, con el fin último de vender España a sus amos separatistas, es tal que, a pesar de este detalle histórico de ayer, debemos estar preparados para un sinfín de cesiones y concesiones que compensen las demandas de los que controlan los hilos de semejante títere.
Ayer quedó claro que nos queda la solvencia moral y validez decisoria del Tribunal que decide si las leyes cumplen o no los requisitos constitucionales. Pero no seamos ingenuos pensando que está ganado el combate. El señor que hoy preside el Gobierno de España carece de escrúpulos. Es un peligro y ya habrá enfocado la mirilla telescópica hacia los que ayer actuaron como garantes de la legalidad. No descarto que, entre decretazo y decretazo, Sánchez especule con alguna solución que le permita lograr sus fines y sentencie el futuro de España, colmando las ansias de sus amos separatistas y herederos del terrorismo.
Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans