La sociedad española comenzó la semana pasada una dinámica en la que se refleja, de una forma evidente, la desconexión entre los que mandan y los que sufrimos siendo mandados por unos gobernantes mediocres a los que solo les interesa su continuidad, sin importar en absoluto el coste que suponga. Ya convenía que las calles volviesen a ser un hervidero, en este momento más que justificado, para salir en contra del sanchismo y sus amos separatistas. Una suma de intereses que mantiene a Pedro Sánchez en el poder, consciente del mal que se está haciendo al presente y al futuro de España.

Los cambios peligrosos que se formulan en las reglas de juego, en especial las de ámbito jurídico y pretendidamente puestas en marcha para contentar a los que ni quieren ni respetan la nación de la que forman parte, vaticinan un escenario angustioso para los que no cesaremos en nuestro empeño por defender a la nación española. Por eso es tan importante ir con paso firme en las reivindicaciones y, tal y como pasó el sábado pasado en nuestra capital o el domingo en la Ciudad Condal, deben irse planificando salidas movilizadoras en otras ciudades de nuestro país que dejen en evidencia a la confluencia de partidos que dan sentido a la mayoría gobernante y vergonzante.

Una coalición variopinta antiEspaña que, con el liderazgo del rencoroso sanchismo -que conviene diferenciar del socialismo previo al fiasco iniciado por Zapatero y consolidado por el actual inquilino de Moncloa-, se ve contaminado por el comunismo podemita, a la vez que sometido a los herederos del terrorismo y sumiso a las pretensiones de los que avisan que volverán a intentarlo, mientras descartan el fin de eso que ellos llaman conflicto y, para nosotros, no pasa de ser una mera paranoia golpista.

La no previsible nota de color asociada al sindicalismo de toda la vida, en referencia al subvencionado y controlado a base de fondos devastadores de las especies que incluimos en la familia de los mariscos, obliga al asociacionismo, que hasta la fecha se había mostrado respetuoso y cuidadoso con las quejas al Gobierno de España, a convocar y motivar la salida a la calle de la ciudadanía. En este sentido, lo sucedido en las dos principales capitales españolas el pasado fin de semana deberá tener continuidad y repetición cuantas veces sea necesario. Es nuestra forma de demostrar fidelidad y orgullo por nuestro país, a la vez que trasladamos la verdad a la opinión pública.

Las asociaciones y entidades cívicas, en las que prima la sinceridad y el altruismo de unas propuestas enfocadas a actuar por y para lograr lo mejor para España, languidecen por una situación de penuria y ajustes que nos limita, pero, por otro lado, nos permite disfrutar del beneficio de la libertad al no vivir condicionados ni supeditados a subvenciones o ayudas. Un difícil equilibrio que nos condiciona, pero que a la vez nos proporciona una clara ventaja en nuestras reivindicaciones al no tener riesgos por morder la mano que te da de comer.

Ya llegará el momento de volver a ver a los que ahora callan en acción, despertando de su aletargamiento y gritando sus proclamas y arengas, una vez quede demostrado que la compra de votos, desde los jóvenes con el bono cultural a los jubilados con sus cartas propagandísticas, no sirve para compensar el agravio generado y el sanchismo, junto con todos sus aliados, quede relegado al protagonismo que merece el opositor a un Gobierno que, sea como fuere, seguro que mejorará lo presente.

Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans