Repasar la obra literaria de los ilustres escritores nos permite descubrir que muchas situaciones insólitas que se dan hoy, desde hace mucho tiempo atrás, siglo VI a.C., ya han sido contadas con una intención didáctica de carácter universal. Nuestro relator más cercano es Félix María Samaniego y su enseñanza está en la fabula Las Moscas. Para conocer tal cómo fue la intención al escribirla, hemos de buscar paralelismos. A un panal de rica miel, las instituciones del Estado, dos mil moscas acudieron, futuros ministros, asesores y cargos afines, que por golosas murieron presas de patas en él, no gobiernan, trapichean con lo que les pueda conducir al control institucional. Adulterar todo lo que interesa para ocultar la falta de capacidad gestora o por conveniencia sesgar la información no favorable. Lo ocurrido en Algeciras es de una pobreza de sensibilidad enorme con los que han sufrido un atentado, la referencia elegida es el difunto no la víctima de un acto terrorista y en el primer momento el plan trazado es rehuir entrar en el ámbito del islamismo radical. Otra dentro de un pastel enterró su golosina, el señor Sánchez siempre tan altivo, no asumió ni quiso valorar tal suceso, ni hubo representantes del ejecutivo en los actos de las exequias. Más importante son sus planes de proyección personal en el encuentro con el rey de Marruecos que dejar constancia que un inmigrante magrebí radicalizado había cometido un atentado terrorista.
La ofuscación en propuestas personales o ideológicas sin valorar en qué beneficia a la ciudadanía, abotarga los sentidos y no impide que las apetencias más viscerales ocupen la primera línea. La proximidad de las elecciones agudiza más aún ese afán por seguir absorbiendo el botín, la miel y destruye nuestro legado sociocultural, no anteponer nuestro bienestar económico a sus ruines deseos de ganar unos sueldos que muchos de ellos en su vida privada ni los soñaban. La mediocridad es la que prima y de ahí adulterar las manifestaciones, crear conflictos donde no los hay, prometer prebendas limosneras para incentivar su permanencia, lanzar calificativos degradantes al contrario y culparles de todos los males posibles.
Así, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que les domina. No hay más sabiduría que estas breves narrativas para, si queremos claro, salvar nuestro presente de la voracidad de los que sin ética pululan en busca de esa miel dulce de ser político sin responsabilidades, sólo viajar y elegir vestuario para la instantánea, esa miel brillante como el oro que reciben por el sólo hecho de ser elegidos por el dedo del jefe-presidente de todas ellas, las moscas claro. Un presidente que ya empezó con la adulteración de un trabajo de final de carrera y con meter mano en las urnas de su partido, incumplir el tiempo preciso de la promesa de convocar pronto elecciones después de la moción de censura a su antecesor en el cargo, no pactar con ciertos partidos contrarios a la Constitución pues el sueño le abandonaría, no respetar las normas que rige el buen gobierno, medidas declaradas con posterioridad inconstitucionales, tomar decisiones de calado internacional sin consulta previa a los órganos competentes. Esa miel embriagadora que le permite faltar el respeto al rey en los protocolos pero le estimula ponerse en manos de especialistas en estética, prisionero del vicio que le domina, ser él.
Se han ido transformando a través del engaño las estructuras del sistema del mundo occidental por el de otros países de raíces muy dispares. A través de una avalancha de inmigración ilegal, sin control alguno y de comportamientos opuestos a los que rigen en Europa, se va adulterando la relación entre los ciudadanos y se debilita creer en las pautas que marca la ley. Los ocupas, las drogas, las mafias han constituido guetos en ciertos barrios con el beneplácito de los que son prisioneros del vicio que les domina, el poder a costa de lo que sea con tal estar en ese pastel atractivo y de hermoso perfil que todo lo envuelve.
Hay que poner fin al abandono de los jueces y letrados en general que son firmes en sus principios éticos, y también el de las fuerzas del orden que velan por nuestra seguridad, arrinconadas y hasta en ocasiones puestas en tela de juicio por su trabajo. Costará, pero si hay empeño en recuperar las bases legales, levantaremos el modelo constitucional, que nos permitió llegar a una transición con la esperanza puesta en la libertad de elegir a nuestros representantes, diseñar nuestro modelo de vida, la formación para nuestros hijos y creer en los valores de nuestro mundo.
Ana María Torrijos