El panorama político continuista hasta final de año, que nos había asegurado el actual presidente del Gobierno, se ha visto truncado tras el varapalo recibido por el sanchismo en las elecciones del pasado domingo.

La crisis provocada es evidente y ha tenido inmediatas consecuencias. El voto del partido socialista se ha visto lastrado por su chulería, la poco disimulada compra de intenciones con dineros para uno y otro lado, las promesas con difícil recorrido y los constantes gravámenes infringidos a las cuentas del Estado con toda la sarta de concesiones e inventos que ha ido poniendo en marcha mientras veía que la sociedad empezaba a despertar. Se ha demostrado que la gente es inteligente y sus promesas, los mensajes tergiversados, las mentiras fijas discontinuas y los datos maquillados ya no se los cree ni su tradicional votante.

Los españoles, necesitados de un momento clave para darle la puntilla, hemos visto una oportunidad de oro en esta primera cita electoral en la que se valoraba la gestión presidencial en todo el país. Tal y como se vaticinaba, salvo para el CIS del amigo Tezanos, los comicios municipales y autonómicos han dictado sentencia.

Tanto es así que ha servido para diferenciar dos tendencias, ambas a la baja, en el seno del socialismo. Me refiero a la debacle del sanchismo, por un lado, frente a la relativa sostenibilidad de los que, siendo barones del PSOE, han padecido los inconvenientes que supone verse liderados por una persona incapaz de sentir más allá de sus propias necesidades y pretensiones. Los emblemas del verdadero socialismo español, ese que no oculta su duelo al verse parasitado por la horda sanchista connivente con comunistas y separatistas, tiene como principal valedor al presidente García Page. Él ha sido el único que ha resistido el envite y podrá seguir gobernando Castilla-La Mancha. Toda una señal que no habrá pasado desapercibida en el núcleo duro del sanchismo.

Los otros dos puntales críticos han tenido peor recorrido electoral. El resultado obtenido por Vara en Extremadura, otro díscolo de renombre, le permite lanzar el mensaje de ser el ganador en votos y optar a presidir su comunidad, pese a la aparente dificultad que tiene dicha empresa si la suma de PP y VOX se materializa en la deseable coalición alternativa de gobierno. Le honra intentarlo, aunque la primera tentativa fue, directamente, la de apartarse de la política.

Resta por comentar el caso aragonés, con Lambán desplazado de su posición a pesar de haber sido otro de los que ha intentado desmarcarse del bochorno. En este caso no hay agarradero posible. No ha ganado en votos ni escaños y, para colmo, no hay forma de dar continuidad a su mandato. El denostado presidente nacional se lo ha llevado por delante.

El desgaste del sanchismo ha sido mayúsculo. Los socialistas con sentido patrio también se han visto perjudicados, aunque, en el balance global, se vislumbra alguna posibilidad de éxito, tal y como hemos visto con García Page. Tanto es así que creo que una de las razones de la acelerada convocatoria de Generales, para el 23 de julio, tiene sentido para evitar que el mencionado se suba a las barbas y cuestione el liderazgo de Sánchez Castejón. Es posible que el problema haya dejado de ser “La Yoli” y su movimiento político, cediendo ese testigo a un nuevo protagonismo en ciernes como el que podría abanderar el presidente castellano-manchego. Sinceramente esa opción, que no vendería a su madre por seguir en el poder ni se cuestiona su patriotismo español, sería mucho más esperanzadora y gratificante en la cúpula del principal partido de la izquierda con alcance nacional.

La inteligente idea de convocar en plena segunda quincena de julio, con todos de vacaciones o preparándose, es muy premeditada. Estoy convencido de que el plan estaba urdido desde mucho antes, pronosticando el previsible batacazo. No quiero mal pensar, pero potenciar el voto por correo, dado que en la segunda quincena del veraniego mes de julio muchos se verán afectados por la elección de esa fecha, puede ser una de las estrategias a seguir para maquinar la situación al gusto del que ha tomado la decisión. Huelga comentar lo que vivimos en relación a este tipo de voto durante los días previos al 28M y el vínculo del PSOE con los casos de potencial fraude electoral.

Con plazos tan cortos se diluye el éxito mediático de los populares y el histórico logro de los de Abascal, logrando una presencia decisiva generalizada con, por ejemplo, un incremento en Cataluña de 3 a más de 120 concejales. La calculada comparecencia de Sanchez, sin valorar los resultados ni hacer comentario alguno al desastre, obliga a desviar la mirada y logra que la noticia importante sea la suya. Ser el protagonista y el destino de los focos siempre va a ser una prioridad para el que está enamorado de lo que ve en los espejos palaciegos de Moncloa.

Por otro lado, provoca que se apresuren los que viven de la política en la extrema izquierda pija. Tienen el tiempo justo para definir su posicionamiento. Y, como ya he planteado anteriormente, no olvidemos que, también, se apagan los fuegos internos en el partido al no haber tiempo para plantear alternativas, teniendo que pasar esta travesía por el desierto con el narcisista en lo alto de la lista electoral sin que se le cuestione. Muy al contrario, deberán seguir dándole coba si no quieren que el PSOE entre en barrena. Los vítores y las palmas las tiene garantizadas, aupando su ego más alto de lo que vuela su utilitario Falcon.

Bajo todas estas premisas y augurando un éxito sin paliativos de la sociedad española, al eliminar definitivamente el sanchismo una vez transcurra el 23 de julio, la reflexión al votar debe ceñirse a los verdaderos intereses de España. En este sentido, el Partido Popular, a priori el posible vencedor en los comicios de julio a tenor de los resultados actuales y el oleaje actual, debería tener el contrapeso suficiente a su vera para darle a su política el cariz que necesita hoy España, sin titubeos ni pachangas que pudieran alimentar las esperanzas de los que no merecen participar en la gobernabilidad del país.

Esa fuerza en paralelo, que garantice la inexistencia de deslices que ya sucedieron en otros momentos como consecuencia de verse seducido el PP por lo que llamaba nacionalismo moderado, es lo que hay que apuntalar electoralmente. Pensemos que esa dependencia de los moderados vestidos de camuflaje ha derivado, de forma innegable, en el desangrado lento del Estado y, para colmo, ha maniatado el sentir de la verdadera nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Estar en manos de los que no quieren a España ha permitido que la educación, tergiversada y manipulada, se use como herramienta de adhesión de los jóvenes al ideario separatista. Nuestra obligación al votar es proporcionar soluciones que permitan la desconexión absoluta con los que no nos merecemos y que prime el orgullo, entre las nuevas generaciones, por ser españoles.

Ahora más que nunca, con todo el trabajo corrector que se viene encima, se necesita un compañero de viaje solvente y fuerte que evite esa dependencia de los que, en realidad y sin condiciones, se deberían arrinconar parlamentariamente. Hay que saberse posicionar frente a los que se mimetizan para parecer corderitos y seguir en su juego de abusos. Llevan en su podredumbre mental la capacidad, si les interesa y con las reglas de juego modificadas que el sanchismo le ha brindado, de volvernos a ridiculizar como pasó con los famosos 9 segundos del 2017.

El resultado electoral del 23J debe impedir que otra vez se los lleven al huerto, en referencia a los ganadores si finalmente es el PP. Y, si la suma es suficiente para plantearse un escenario a futuro esperanzador con la mayoría requerida en Las Cortes, que se retoque la ley electoral para que no se repita lo que nos ha pasado. No pueden las minorías antiEspaña copar el poder y decidir el futuro de la nación que tanto nos enorgullece a los buenos españoles. Este es uno de los deberes que deberemos exigir a la nueva mayoría, si todo evoluciona con la lógica y la cordura que se vaticina.

Sin complejos y con toda la certidumbre que supone estar flanqueado por los que nunca negarán a España, su lengua común, sus símbolos o su integridad, necesitamos que VOX obtenga un respaldo suficiente para que sea indudable su apoyo para llegar a Moncloa. Dando por improbable que no se invertirá la tendencia y, en tal caso, que sean los de Feijóo los que se unan al ilusionante horizonte. De uno u otro modo, la suma de ambos debe abanderar las expectativas de arreglar todo el desaguisado generado. Eso es lo que deseamos la mayoría.

Esperamos que, por mucho que lo intenten y se revuelquen en su ciemo con rabia, no acabe de cuajar ese mensaje ridículo de miedo y sectarismo que pretende descalificar a un partido más constitucionalista que ellos mismos. Pensemos que el sanchismo ha sido el inductor y facilitador de la eliminación de la sedición en el código penal, manipulador de la malversación para contentar a los socios, desprotector del Estado ante nuevas intentonas del separatismo, indultador de golpistas contrarios al orden constitucional, controlador del Poder Judicial para beneficiarse de sus decisiones o, incluso, viéndose apoyado por los que casi han segado la vida de un millar de compatriotas generando terror. Sin entrar y hacer más ruido con todas las tropelías de la pareja fémina del socio podemita.

Esta historia no es nueva y siempre, sin plantearse soluciones de Estado y amplio perímetro, se ha elegido a los chupasangres de la periferia como socios para obtener la mayoría. Es el momento de zanjar dicha posibilidad, tras el aprendizaje que nos ha proporcionado la sumisión de la legislatura que acaba. La dependencia gubernamental ha agudizado la dinámica de cesiones y concesiones, como consecuencia de la sumisión política del Gobierno de España a esas minorías necesarias. Unos puñados de votos parlamentarios que han sabido jugar a la basculación de uno a otro lado, a lo largo de todas las legislaturas, pensando en las mejores posibilidades de hincar el colmillo.

Se avecina una posibilidad real, placentera y contundente de volver a poner el valor de España en su sitio y finiquitar esa destrucción del Estado que supone estar en manos de los que quieren acabar con él. La esperanza está en el centro y la derecha, tras la traición que hemos vivido de la mano del que todavía hoy preside España hasta dentro de unos cincuenta días. Por eso hay que votar con inteligencia, sin olvidar la necesidad de un VOX fuerte que sea determinante y se convierta en la elección única y suficiente para destronar al inquilino actual de Moncloa. Una magnífica guinda al final de un sanchismo que tanto ha humillado y dejado a España por los suelos y a los españoles contra las cuerdas.

Pensemos en el escenario de llegada en verano, con el verde por referencia, para que las decisiones a la hora de formar mayoría no permitan ninguna otra opción que dé vida y oxígeno a los que no aman a España y solo tienen como prioridad y objetivo la ruptura de la nación española.

Borja Dacalan