El catalán moderno nació en 1912 creado por Pompeyo Fabra, como una especie de “Batúa” del barcelonés, mezclado con diferentes dialectos locales, para diferenciarse del español.

¿Pero cómo empezó?

Desde el siglo XIII en el Condado de Barcelona existían varias lenguas, pero la de uso general fue, como en el resto de la peninsula ibérica, el castellano. La mayoría de habitantes lo hablaban.

Con el centralismo que vino tras el reinado de Felipe V, los idiomas locales quedaron más o menos en desuso.

Manuel Milá i Fontanals, que era un medievalista y filólogo, a mediados de la década de 1840, intentó que se volviera a reutilizar, pero todos sabemos que consecuencias tenía.

Tras la perdida de Cuba, la burguesía creo el separatismo moderno. Al principio se buscó una cuestión racial con el Doctor Robert, pero al ser inútil, se usó para ello un idioma que aún no existía, pero creado como base de una serie de dialectos locales propios de cada nación para poder diferenciarse. Y de ahí salió el separatista Pompeyo Fabra.

Pero vamos a la actualidad, siendo conscientes que el catalán es un idioma artificial tipo “Batúa” y no un koine de una evolución natural del uso general, además de herramienta política del separatismo, hay que ver quién lo usa y para qué lo usa.

Hoy si se va a la ciudad de Barcelona, casi nadie en la calle usa el catalán para expresarse, porque teniendo una herramienta más potente, como es el español, sería innecesario. Pero hablamos de los separatistas que necesitan la lengua para crear su tan ansiada nación y por eso la quieren imponer de una forma expresa o sibilina según la necesidad.

La forma más expresa ha sido financiar el “lobby” “Plataforma per la Llengua” con dinero público para su uso forzado, persiguiendo empresas privadas.

Así que, el uso del idioma nacional, el español, se convierte en un idioma de rebelión y el catalán en un idioma de sumisión, en la práctica.

Y hablando de la sumisión hacia el catalán y el pujolismo, yo, de pequeño, pregunté a una profesora, por qué se me enseñaba catalán y no me contestó, y yo continué y le dije, con 9 años, (4º de EGB), ¿siel inglés y el español son más útiles?… Me miró mal. Siempre me acordaré.

No era consciente que años anteriores hubo una diáspora de profesores que salieron de Cataluña, porque con la llegada de la democracia, llegó la inmersión lingüística. Que seguro que mi profesora le debía su puesto de funcionaria pública.

La inmersión lingüística, junto al enchufísmo partitocrático en Cataluña, ha sido una de las mayores industrias laborales de burócratas. Y eso ha hecho penalizar la industria y el comercio dentro de la región.

Se puede decir abiertamente, que usar el catalán no es cultura, sino un acto de sumisión a una gente que está destrozando España y a su economía.

Para acabar, diré que a mi los idiomas se me dan mal, porque fui un niño TDAH y disléxico con psicología sintética, que tiene más salida a las matemáticas y a las ciencias. Campos más útiles para la sociedad. Y no digo que saber una lengua no es útil, sino que hay que gestionar recursos para los idiomas de salida internacional. Porque un idioma es una herramienta de comunicación. Y para mí, viéndolo con perspectiva fue una tortura imponerme una lengua que ya ni es folklorica, sino una herramienta de constitución de una nación artificial.

¿Cómo iría España, si en lugar de invertirlo en lenguas regionales se invirtiera en ciencia y tecnología? Pero eso no es democrático, sino meritocrático, cosa que va contra la naturaleza parasitaria de los separatistas.

Víctor Milà