“Molt honorable, Jordi Pujol” así asumió la presidencia de la Generalidad y así se hizo visible a todos los catalanes. Con él se emprendió un proceso independentista que a lo largo de 23 años de mandato lo hermanó con el beneficio económico de él y de sus hijos, aunque era de esperar de quien dirigió Banca Catalana. Error mayúsculo por parte de los responsables políticos permitir que desde las Instituciones y con dinero público se sufragase un inconstitucional plan de desactivación del Estado de Derecho.
Engaños, fraudes, falacias han acompañado la destrucción de la convivencia, ingrediente fundamental del sistema democrático. Pero todo ello no se ha llevado a la practica por el gran carisma e inteligencia de los diferentes líderes nacionalistas, sino por la falta de responsabilidad de los restantes dirigentes públicos y por supuesto también por la traición a los valores y a los ciudadanos.
No se puede gobernar un país sin conocer a fondo los pormenores que concurren en cada una de sus partes y sobre todo los proyectos ideológicos de las fuerzas políticas asentadas en ellas. A falta de argumentos reales para revindicar la separación de la Nación Española, los secesionistas se han amparado en la lengua “el catalán” a pesar de no ser hablado por todos los ciudadanos que viven en esta comunidad. Paso a paso han ido vulnerando los derechos individuales avalados por la Constitución, inmersión lingüística en las escuelas, supresión del español de todo ámbito cultural, y en esa carrera de desatinos han llegado a exigir a cambio de su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez el uso oficial de su emblema identitario, la lengua que les hace “diferentes”, obviando la que nos une a todos. De ahí el impensable espectáculo que se presenció en el Congreso de los Diputados. Unos con pinganillos en sus oídos y otros dejándolos en el escaño vacío del Presidente en funciones, ¡lamentable!. Los Diputados en ese acto privaron a los ciudadanos de poder oír en directo las propuestas y las replicas de sus representantes. No son meros espectadores, en ellos reside la soberanía y no lo ha tenido en cuenta la Presidenta de la Cámara, la señora Armengol al permitir el uso del catalán, el vasco y el gallego, cooficiales en sus respectivas comunidades, en detrimento del oficial en todo el Estado, el español (artículo 3 de la Constitución) sin contar con la reformas necesarias del reglamento.
Pero no quedan aquí todas las acciones contrapuestas al contexto parlamentario, contexto sujeto a las pautas protocolarias que requiere ese hemiciclo, donde deben tratarse asuntos en defensa de la libertad, la igualdad y la legalidad, Pedro Sánchez en su afán de mantenerse Presidente ha intentado desvirtuar el debate de investidura del ganador de las elecciones, el jefe de la oposición. No fue suficiente emborronar su derecho a esa sesión en el Congreso de los Diputados introduciendo con anterioridad dudas sobre su triunfo electoral, sino que rehusó mantener un cara a cara con su oponente. Ocupó su escaño, un rostro pasivo y en algunos momentos dejando traslucir su estupor con una sonrisa. Impensable en un país europeo que las intervenciones verbales giren entorno al ataque a las Instituciones y a la integridad de la Nación.
Una legislatura llena de asaltos a la ley, de incumplimientos del orden establecido, de humillaciones constantes a los ciudadanos que no encajan en el modelo ideológico del que ostenta el poder, todos ellos válidos para el cumplimiento tributario pero no para ser respetados en sus derechos. Los niveles culturales en declive, la capacidad de lectura con la comprensión correspondiente y la expresión atinada han desaparecido, sólo prima la dejadez, el insulto y la prepotencia. La falta de preparación académica generalizada es el magma necesario para privar de capacidad de raciocinio a los nuevos ciudadanos.
La ley tiene que aplicarse con la misma firmeza sea quién sea el que delinca, pero ahora según decisión del Ejecutivo sólo él tiene esa capacidad. A través de la amnistía, disfrazada con otro término y controlados algunos mandos judiciales, se proyecta eliminar el delito de sedición de los posibles compañeros de viaje para eternizar su presencia en la Moncloa. Ejercer de político se ha convertido en una disciplina atractiva para los cleptómanos y para los ansiosos de mando cueste lo que cueste, e incluso destruyendo la libertad y con ella el equilibrio de poderes.
El podio de peor gobernante lo ha ocupado el que ostenta la victoria con mentiras, con asaltos a los procedimientos democráticos y con descrédito a los compañeros de partido que discrepen de sus acciones, también con faltas de respeto al Rey, con el uso partidista de los medios de información, ahora ya no hay pobreza energética, ni carecemos de productos alimenticios básicos, ni aumenta el paro, y así en una retahíla de fechorías nada democráticas.
Sorprende que aún hayan votos en las urnas con la intención de verlo como Presidente, no en las calles pues los abucheos son más ruidosos día que pasa, sino en los vídeos que nos ofrecen su egregia figura balanceándose al son de los compases de una música imaginaria. Sorprende que tenga apoyos en los comicios cuando está más que demostrado que ha puesto en marcha una máquina de desmantelamiento de la democracia parlamentaria, es bien visible con sus últimas acciones en marcha, entre ellas la de eliminar el acto más grave contra el orden institucional, la SEDICIÓN.
Hace años un “hombre de Estado” según los incautos, encabezó el golpe de Estado y ahora un desnortado pondrá el cierre al suceso que mantuvo durante días las calles de Barcelona intransitables, fuego de contenedores, adoquines levantados, tránsito alterado, y la policía cumpliendo con su deber, intentando controlar a los infractores y con el agravante según los que proclamaron la independencia en la Cámara Autonómica de volverlo a hacer.
Ana María Torrijos