A los españoles catalanes, y supongo que a los demás también pero con menos intensidad, nos estalló la cabeza cuando los separatistas dieron su primer golpe de Estado.
Estuvieron amparados por el Govern y usaron y abusaron de la potestad y caudales públicos a los que accedieron tranquilamente por la responsabilidad política que detentan. Todos nuestros ideales patrióticos, fueron barridos por unos facinerosos que sólo saben pensar con la cartera.
Posteriormente, asistimos al mercadeo del Presidente en funciones con los implicados por el golpe y al borrado del delito de sedición por anacrónico. Claro que sí, decimonónico y casi de la época feudal, pero desgraciadamente vigente en las prácticas de los administradores de la tóxica autonomía catalana.
Entonces sentimos que se nos revolvía el estómago. Constatamos, con toda claridad, que los partidos políticos son empresas y por lo tanto no se rigen por los principios de la justicia y la democracia que ingenuamente creíamos que nos protegían. Son simples mercaderes.
Ayer día de los Fieles Difuntos, la a los españoles se nos partió el corazón. En su interior quedó un profundo vacío, un sentimiento de estupor y de impotencia. Aún no nos lo podemos creer pero, ¿qué será lo siguiente?
Toca pensar con la cabeza fría. Nos han secuestrado las instituciones políticas y judiciales y ahora mandan ellos. Han acertado en lo más esencial del corazón de España: nuestros ideales, nuestros valores y nuestra dignidad. Realmente ayer, Día de los Fieles Difuntos, enterramos una parte de nuestra España que ha de resucitar en otra vida más limpia y real.
María José Ibáñez