Los últimos días y, en concreto, la salida a la calle de manifestantes el domingo 12 de noviembre, convocados en todas las capitales de provincia por parte del PP, ha sido un gran éxito.

Millones de españoles han salido a defender lo que queda de nuestro país tras el paso del sanchismo por el poder, conocedores del alto riesgo que lleva consigo la posibilidad de que tenga lugar una reedición, aún más contaminada, de un nuevo gobierno liderado por el perverso y maléfico Sánchez.

Es evidente que los costes a pagar, estando ahora más condicionados e intoxicados por el veneno separatista y las jaimitadas de la extrema izquierda maquillada, serán de más envergadura. Los acuerdos ya firmados, demostrando la total falta de escrúpulos al conceder todo lo que piden los que se saben imprescindibles, demuestran que al futuro Gobierno no le interesa el devenir de España, pero sí sus propios intereses y la continuidad de cargos, nóminas y privilegios.

La sociedad, con actos que pueden ser organizados por una u otra fuerza política, debe comprometerse con el momento que vivimos y poner su granito de arena para evitar que la vanidad y la necesidad de un ególatra narcisista, capaz de todo por seguir en el poder, permita que se tambaleen los cimientos de la nación española.

Mientras se pueda y nos quede alguna esperanza, en la difícil tarea de evitar que se culmine el proceso hacia la dictadura comunista que está en marcha, tenemos la obligación de dar la cara y seguir presentes allí donde nos citen los que están del lado de nuestro orden jurídico y la vigencia de la Carta Magna de 1978.

Un buen ejemplo fue el vivido ayer domingo, a lo largo y ancho de nuestra geografía. Una convocatoria a la que no faltaron todos los simpatizantes y partidos que están claramente posicionados en la defensa de nuestro marco constitucional. Gran éxito que debe darnos impulso para seguir adelante, arrimando el hombro y pensando en todos los que coincidimos en la defensa de España sin importar los colores o las siglas.

No podemos ocultar que estamos viviendo un momento que pasará a la historia. Y no será por ser el punto de partida para el final, de la mano de quienes odian España mientras la gobiernan, sino por convertirse en el momento del resurgimiento. Ese en el que la ciudadanía supo jugar su papel y decir ¡basta! a tanta deshonra.

Sánchez está obsesionado por pasar a la historia y lo va a conseguir. Con sus rastreras y humillantes concesiones ha logrado que los españoles alcen la voz y se movilicen en contra de todas sus mentiras y fechorías. Hay que echarle en cara su culpabilidad y complicidad con el separatismo, sin olvidar el uso fraudulento de los votos conseguidos el pasado 23J, sobre la base de un discurso diametralmente opuesto al que ha usado en sus negociaciones durante la capitulación.

Debe mantenerse el ímpetu, puesto que, si no frenamos lo que parece del todo previsible, con la mayoría parlamentaria necesaria ya comprada y con el poder judicial manipulado dispuesto a seguirle el baile, nos espera un incierto y oscuro futuro como nación.

Los jueces, en esta dinámica que tanto se asemeja a las dictaduras amigas del Gobierno que visita regularmente el mediador ZP, ya no pueden ejercer de contrapeso ante la barbarie que se nos avecina. Los peones del sanchismo ya han sido ubicados para asegurar que estén contentos los amos separatistas, haciendo más difícil que se pueda hacer frente a cualquier iniciativa de éstos, tras su no arrepentimiento y el aviso constante de la unilateralidad y vuelta a la carga.

Me deja perplejo el aguante del votante socialista, conocedor de lo que ha causado su voto utilizado y tergiversado. Saben éstos que son los mayores responsables del acaudillamiento del vanidoso ególatra, en su laborioso afán por destruir España, pero prefieren verlas pasar o seguir dando forma ergonómica al sillón del despacho, sin importar, por ejemplo, que tu propio hermano gemelo tenga más principios y valentía.

Que el éxito de ayer, que se ha apropiado el PP, no desdibuje el ímpetu transversal que requiere el momento y nos exige a todos los españoles lo mejor de nosotros, sin importar la papeleta que escojamos al votar o quien mejor pensemos que nos represente. Esta lucha no va de siglas, lo que nos duele es España.

Javier Megino