Todo error cometido tiene su posible enmienda y si no fuera así, sería gratificante en otro momento similar plasmar la lección aprendida. A lo largo del periodo democrático en el que hemos disfrutado de libertades, derechos y grata convivencia, se ha ido gestando un desarrollo económico satisfactorio y una justicia social igualitaria al permitir el asentamiento de una clase media amplia, generadora de futuros y prometedores proyectos.

Muy gratificante si no hubieran habido en ese proceso tropiezos creados por quienes no les interesaba el tuteo a la hora de competir en el estudio, en el trabajo o en cualquier otra actividad y también intervinieron en ese chirriar de ruedas los que preferían una sociedad precaria y dependiente del poder político, limosnas del Estado.

El calificativo “somos representantes de los obreros” que muchos se arrogaron como insignia de su presencia en la política, sólo ha aportado un paro galopante y ser dependientes de los subsidios. En paralelo los sindicatos representativos, UGT y CCOO, han medrado todo lo que han podido, sólo preocupados de la subvención y de posicionarse no por intereses laborales sino por postulados ideológicos.

La ley electoral mal concebida, ha contribuido a ampliar en el Congreso de los diputados y en las Cámaras autonómicas la presencia de los que ni por un minuto aceptaban la igualdad de derechos y libertades para todos los ciudadanos , sólo les interesaban los escaños para la subasta del erario público en beneficio de ellos, una élite no por su valía sino por sus apellidos.

La corrupción galopante ha desviado el dinero de los fines a los que iba destinado, a los bolsillos de los que alcanzaban un cargo oficial, pues en eso se ha llegado a convertir la política, en un salvoconducto, entrar en ella y sacarle jugo años y años , para luego de un puesto público visible pasar más tarde a un área oficial más discreta. No ha habido nada mejor para ellos y la mayoría sin preparación para tal fin. Dejadez que ha ido calando y ha propiciado un grave deterioro del modelo político que en su momento votamos una gran mayoría de ciudadanos. Capaces de cuidar el mantenimiento de los aparatos disponibles en los hogares, la calefacción, la lavadora……pero en contra lánguidos a la hora de vigilar el ritmo de los poderes del Estado.

No ha habido conciencia de lo necesario que es exigir a los representantes de la soberanía nacional el valor de la honradez en todas sus decisiones, sentido de servicio a la ciudadanía, velar por el respeto a la Constitución y por la estabilidad de la Nación española. Nada surge por generación espontanea, todo es fruto del esfuerzo humano que nos ha permitido pasar de las cavernas a unos espacios de confort, de tener índices de longevidad muy bajos a poder vivir más de ochenta años, de la aplicación de la ley del más fuerte a regir las mismas leyes para todos, de circunscribir los derechos a unos pocos a extenderlos por igual a todos los ciudadanos.

Y ahora nos encontramos con un jefe del Ejecutivo propiciado por una minoría contraria a la soberanía nacional proclamada en la Carta Magna. La división de poderes descartada, la politización de la justicia en marcha y la desigualdad de los españoles, según vivan en una parte u otra del país, en un proceso posiblemente irreversible. Muchas son las muestras contrarias a esta situación dadas por entidades de la judicatura, del ámbito académico, del económico, del cuerpo de funcionarios y de otras muchas, entre ellas las que forman parte de la Comunidad Europea, pero es imprescindible movilizarse todos los que tengan conciencia del desastre que sería para la democracia.

En la agenda personal se ha de incluir una firme respuesta ante tal atropello, posicionarse junto al No y exigir un comportamiento leal a la soberanía nacional. Se ha de estar presente en tobos los ámbitos posibles para revindicar el marcó legal y mantener el modelo de convivencia que permite una justicia igualitaria para todos los que formamos parte de una Nación forjada por años de historia. La oratoria empleada por esos impropios compañeros de investidura era de lo más clara imposible a pesar de que el señor Sánchez indicaba una y otra vez la diferencia habida entre ellos y su partido. De sus bocas salieron frases como referéndum de autodeterminación y la repetición constante del término Nación dirigida a Cataluña, País Vasco y Galicia. Por mucho que el ya presidente quiera desmarcarse, no es posible porque ha conseguido ostentar ese puesto, no por haber ganado las elecciones sino por haber desdibujado lo que dictan las leyes.

La democracia en una subasta y en primera línea la minoría independentista, de extrema derecha y de extrema izquierda, tiene que tener enfrente a los ciudadanos, en esta ocasión apartidistas, para enmendar los errores cometidos y exigir la vuelta a la normalidad. Hay que corregir todo lo que ha debilitado nuestro sistema de libertades.

Ana María Torrijos