Todo régimen político, ya sea manifiesto y evidente o, por el contrario, pretendidamente camuflado y disimulado por los medios afines al mismo o subvencionados por éste, dispone de sus puntales para que la ejecución de las medidas que pretende lleguen a buen puerto. En esta legislatura recién iniciada dichos puntales están claramente definidos y tienen su comportamiento muy interiorizado.
Al margen de los coros y danzas de las chicas del poder, en referencia a todas esas féminas babeantes que rodean al macho alfa, me voy a centrar en los dos baluartes de este nuevo periodo legislativo en el que nos podemos preparar para verlas de todos los tonos grises, con la esperanza de que no lleguemos al negro definitivo. Todo dependerá de lo que resista el sanchismo, sin principios ni límites, aferrado al poder.
Por un lado, tenemos al superministro de los multipoderes. Un superbufón al que solo hay que ver para entender que el papel de arlequín le viene al pelo. Un personaje que hace y deshace al son y requerimientos del que le ha colocado, sin que le tiemble un ápice el pulso y sin importarle sí, dentro de unos días, le toca desmentir o cambiar de opinión, en la línea de actuación que nos tiene acostumbrados su amo. Sus educadas palabras, defendiendo la independencia judicial y el respaldo a los jueces, que repite en estos momentos de toma de posesión y asunción de responsabilidades por su faceta en Justicia, no se las cree nadie. Sabemos que, en caso de que el separatismo se ponga serio con el tema, atenderá, él y el que le maneja, todas sus exigencias sin el más mínimo atisbo de duda. No pueden jugarse el equilibrio indigesto que les sostiene en sus cargos.
Juega el papel que toca en el momento, dando a entender que van a ser rigurosos con Montesquieu y los mandatos constitucionales, cuando sabemos que todo dependerá del berrinche de los amos separatistas. Ya tocará edulcorar como convenga todo cambio de criterio y decisión al margen de nuestras normas, con tal de contentar a los que tienen la sartén por el mango y saben que lo de la negativa actual al referéndum es solo un paripé negociado y pactado.
El otro gran puntal del sanchismo parlamentario y ministerial es el sabueso que tuvo la palabra en el Congreso, en nombre del PSOE, en el intento de investidura de Feijóo. Un personaje que tuvo que soportar un tiempo la capital vallisoletana como alcalde y que, como otros tantos, ha acabado engordando el Consejo de Ministros al perder su sillón. Con un talante mucho más áspero y maleducado, el agraciado con la cartera de transportes -quizás por apellidarse Puente-, ha demostrado ser el gran dóberman del camarada Pedro.
Un singular personaje al que le cuesta milésimas de segundo enseñar los dientes y reconoció, al ser elegido hace unos días “diputado revelación”, que, siendo joven, le hervía la sangre al ver a Rufián en la televisión como diputado, sintiendo, como todos entendieron, envidia. Es asombroso el ego de todos estos vendepatrias parásitos del socialismo español. Lo increíble es que, con sus jóvenes 55 primaveras, no tenga reparos al decir que su referente era un diputado 14 años más joven que él. Lo de que sea republicano e indepe no cuenta, se entiende perfectamente que sea su ídolo. No me digan que no es para atragantarse con las uvas o que se te bloquee la tráquea con el polvorón.
¡Feliz Navidad!, amigos lectores.
Borja Dacalan