La dimisión es el clamor del pueblo español indignado, ante tanta mentira, y que exige la decencia
Cuando a una persona le dicen usted no va a tener nunca un cargo europeo supongo que es para quedarse muy preocupado dado el mercado común en el que estamos y la libre circulación para poder trabajar en cualquier nación europea. Pero si eso se lo dicen a un jefe de Gobierno europeo, por primera vez en la historia, supongo que parecerá una broma.
Pues no. No es ninguna broma, ya que es algo que se le ha dicho a la cara en el parlamento europeo al presidente del Gobierno español, hace dos semanas, y aún ostentando el cargo de presidente de turno europeo.
No hay precedentes de alguien que con una responsabilidad tan grande haya acumulado tanto mérito, pero de lo peor, despreciando a un parlamento que representa a tantas naciones y además contraviniendo las normas elementales que edifican la democracia así como las formas, cortesía y estética esenciales que la hacen posible.
Atacar con muros excluyentes la democracia y mentir acusando de nombramiento de calles inexistentes queriendo hacer ver que podrían también instalarse en el Berlín del III Reich, supone la degradación más premeditada y la mentira más abyecta como forma de entender el poder. Si a ello sumamos la defensa de una ley de amnistía que él mismo trataba de inconstitucional, al tiempo que ocultó sus planes a su electorado un día antes de las elecciones para poder convertirla en constitucional, si ello lograba ser la excusa para comprar siete votos necesarios a un prófugo de la justicia y perpetrador de un golpe al estado, si ello es así , es que entonces su inmoralidad es merecedora de inmediata reprobación y condena por parte de todos los españoles y resto de europeos . El grado de falta de respeto, engaño, deslealtad, falta de escrúpulos y mentira es tal que no merece ser presidente del Gobierno por mucho que se aferre a ello .
Un presidente de gobierno que propicia con esa ley la desigualdad de los españoles, la más aberrante injusticia, la invención de una democracia que no era homologable en Europa cómo si de un régimen tercermundismo se hubiera tratado y que por arte de magia decide perdonarlo y hacerlo bueno con una amnistía, para convertirlo en verdadera democracia pero por propio interés para lograr la aritmética que haga legal su nombramiento; es alguien sin escrúpulos, que no se respeta a si mismo, menos a los demás, y por tanto muy peligroso todo lo que se le ocurra.
Quien ha antepuesto su interés y ambición personal, comprando siete votos, para presidir el Gobierno, al único y exclusivo interés de España , no merece absolutamente nada y sólo la sentencia inapelable como traidor a los más elementales principios de las personas y traidor a los más elementales fundamentos de la democracia y de las bases más sencillas para entender lo que es el servicio a los españoles.
En ningún país del mundo hay algo parecido.
Que a todo ello sumemos pactos con más golpistas indultados injustamente por el y mostrando día a día la voluntad de volver a hacerlo sin arrepentimiento alguno es una falta total de principios elementales y de decencia.
Que así mismo sumemos pactos ensangrentados con quienes llevan listas electorales ensangrentadas y cuyo jefe es un terrorista para traicionar la más básica dignidad de las víctimas del terrorismo, es sólo posible si el autor de tal pacto ensangrentado, el jefe del Gobierno, no tiene la más mínima ética y no conoce la más mínima decencia, además de anteponer convicciones de la más abyecta condición demoníaca.
De todos ellos se ha servido matemáticamente y aderezado del pacto oculto e ignominioso con un delincuente prófugo de la justicia y con reuniones constantes secretas y ya a la luz en el extranjero. Es de una perversion criminal y delictiva sin igual y de la sublimación de la traición a todos los españoles, a todo el resto de europeos y al mismísimo país que gobierna.
Es inadmisible la desvergüenza, la osadía más vil y la mentira absoluta a su propio electorado . No hay precedentes de quien ha traicionado así mismo a su propio partido, como así constatan sus figuras más señeras y de quien ha convertido en la mayor bajeza cualquier acto de su día a día .
La dimisión es el clamor del pueblo español indignado, ante tanta mentira, y que exige la decencia.
Amalio de Marichalar
Artículo publicado en “La Razón”