Miedo debería darnos al ver la cara del presidente vencido, mientras paseaba por los pasillos del Congreso de los Diputados. La esbelta figura, del que babea con un espejo delante, se veía ayer desfigurada. Era la consecuencia directa del varapalo por la negativa de un apoyo que se daba por descontado, al venir de los principales interesados por la Ley de Amnistía. Su voto en contra paralizó la continuidad y aprobación de un redactado que pretende la humillación de España y sus instituciones. Chulería con la que no contaban los que han optado por sostener el Gobierno de España en los partidos que están dispuestos a traicionarla, facilitando el destrozo integral y sin miramientos con tal de seguir en el poder. Se consumó una opción con la que no contaba el sanchismo.
Votar en contra tenía su sentido, al no garantizarse de forma rigurosa la impunidad, el perdón y el reconocimiento glamuroso del destinatario de dicha legislación. De hecho, en esta segunda oleada de negociaciones y acuerdos para lograr el apoyo dentro de un mes, deberíamos llamar a la ley por su verdadero nombre, es decir, “Ley Puigdemont”, puesto que se va a redactar al gusto y regocijo del que no podrá negar la humillante y cobarde realidad que supuso tener que salir de España escondido en un maletero.
Con su negativa de ayer nos queda a todos claro que no van de farol. Su actitud, que supone paralizar temporalmente una ley promovida para ellos y que ha supuesto el descrédito más absoluto del sanchismo, demuestra que en esto de la estrategia son buenos. Llevan toda la vida maquinando para lograr sus objetivos, aunque sea con la mentira y tergiversación por bandera, y la manipulación y el victimismo como estandarte. No nos queda otra que reconocer a los fanáticos sectarios del separatismo golpista como unos grandes estrategas. Tienen malas intenciones, son perversos, malignos, chantajistas y supremacistas, pero, en lo concerniente a su capacidad de planificar, son buenos. Tanto es así que saben que, dándole en el hocico al que dispone de la nariz de pinocho, van a lograr el oro y el moro en este mes añadido de claudicación, sabiendo que la ley se aprobará sí o sí. Para ellos es perder una batalla, pero la guerra. La ampliación de tiempos da más opciones a la entrada estelar del líder supremo, cobrando varios sueldos mínimos de la Yoli al mes, riéndose de toda la estructura del Estado. Su chulería les garantiza un éxito que, al menos electoralmente, saben que tendrán asegurado en la próxima cita ante las urnas.
Recordemos que no hay límite para el que, desgraciadamente para los españoles, sigue siendo nuestro presidente. Por eso, hemos de estar preparados para el discurso interesado que nos tocará escuchar con el único fin de que la sociedad española comprenda y admita sus concesiones de última hora. Unas cesiones que todavía desconocemos pero que serán, indudablemente, el coste directo por esta prórroga en la que el golpismo va a seguir sacando tajada y diseñando un plan impecable para alcanzar sus objetivos. Como siempre, con la complicidad y el visto bueno del tirano vendepatrias que concederá lo inconcebible con tal de seguir anclado en el sillón presidencial.
Ojalá algún día, esperemos que no tardío, se pueda devolver el crédito a un PSOE intoxicado y, si pudiera ser con carácter de urgencia, se paralice el despropósito de todas estas decisiones creadas a la carta para contentar al socio separatista. Algo que es imposible mientras la miseria y la falta de principios controle y dirija ese partido que, con sus actos, se ha distanciado completamente de la credibilidad constitucional.
Javier Megino