El mediático ministro de Interior vuelve a ser, merecidamente, el foco de atención. Su nefasta gestión en el Ministerio no deja dudas del nivel de incompetencia y la manipulación interesada con enfoque electoralista. Tras su experiencia política, que si fuésemos un país serio tocaría a su fin, ha logrado pasar de ser una imagen valorada en la lucha contra ETA, a convertirse en otro bufón del Consejo de Ministros. Uno más que integra ese contubernio de mediocres que da pábulo y garantiza palmas, vítores y risas a quien les eligió para su farándula.

Parece evidente que este Gobierno está obsesionado por lograr que la gente acabe dando la espalda y cuestionando la labor de los funcionarios públicos que, con el uniforme de la Policía Nacional o el de la Guardia Civil, no tienen más remedio que cumplir con las órdenes llegadas por conducto reglamentario. Un canal que se inicia en el despacho del ministro responsable de la cartera de Interior o, muy probablemente, desde el sillón que tiene el presidente ante el espejo de su tocador en la habitación presidencial del Palacio de la Moncloa.

Estos impresentables conocen el grado de enraizamiento que tienen los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado con la sociedad. Es innegable el cariño y orgullo que la población sana siente por ellos y por su esfuerzo comprometido por el bien de España. Una tarea que, muy a pesar de los mindundis del Gobierno, han de realizar en unas condiciones que no suelen llegar al mínimo exigible para hacer frente al mal en condiciones solventes.

Para estos gobernantes no hay escasez de fondos para lo que les conviene, en la mayoría de ocasiones con visión puramente electoralista o, de forma complementaria, para intentar blanquear y mejorar su imagen internacional, al saberse que son el hazmerreír político del mundo como embajadores del chavismo a este lado del Atlántico. Pero, para dotar a nuestros soldados, policías y guardias civiles, logrando así más eficiencia en sus tareas, no hay dinero ni ganas de proporcionarlo.

En una jugada hilvanada que parece de diseño solo les interesa que “calienten” a los agricultores y ganaderos, en sus lógicas y más que justificadas reivindicaciones, para que la opinión pública sienta que esa Policía ni les defiende ni les aprecia. Parece todo parte de una estrategia premeditada, por parte del calculador sanchismo, en la que se busca girar diametralmente la visión de los españoles para que, a la postre, se respalde y comprenda la aplicación de medidas que favorecen a sus socios y amos separatistas. Por ejemplo, que la Policía Nacional deje su sede en Vía Layetana en Barcelona, que se arrincone y expulse al Ejército de nuestra región o, como ya hemos visto en Navarra, se comprenda la salida de la Guardia Civil.

Javier Megino