Ayer por la radio oía a la ministra Marichus Montero respondiendo a un periodista tras preguntarle el porqué su canción de la AMNISTÍA no había quedado finalista en el festival de”La Charlotada del Congreso 2.024” y ella, arremolinándose su descuidado peinado habitual, con el desparpajo que le caracteriza, acabó contestando con sus sandeces habituales, mientras yo no pude por menos de sonreír, mientras recordaba a nuestra querida Faraona , q.e.p.d, interpretando su famosa canción.
Si, porque algo así de cantarínas y capetovetónicas resultaban sus irrisorias palabras, mientras decía sin pudor alguno el que ella y su Gobierno acabarían dando,faltaría más, con un nuevo y posible bálsamo de Fierabrás jurídico para poner el necesario remedio al dolor de muelas de su paciente y amigo el sr. Puigdemont. Palabra de médica desertora.
Pero con cuánta barbaridad, con cuantísimo contradiós nos están humillando la mayoría de la clase política ,que un día sí y otro también, nos pone al borde del angor animi, que dirían los clásicos!
¿Pero porqué nos habremos merecido el que la fraudulenta democracia se haya tenido que fijar en lo peorcito de cada casa, salvo las honrosísimas personalidades que queramos excluir, al frente de esto que parece más que ella, otra cosa, una infamente Demogresca, la nueva forma de entender la política, sin fair play alguno, y que nada tiene que ver con la armonía y el entendimiento posible entre partidos. El sublime deseo de cualquier demócrata de bien.
Dice Javier Cercas en su último libro…”vivimos entre élites políticas que de continuo nos imponen conflictos ilusorios, mientras los conflictos y las necesidades reales las tienen abandonadas. Y, entre gentes a las que han infectado de odio los políticos”.
Axiomas a los que los médicos no dudamos en subirnos, y sabios consejos con los que nos conducimos por la vida procurando no contradecirnos ni engañar a nadie, en la plena conciencia profesional de que cualquier error o maltrato en un diagnóstico puede conducirnos al banquillo de los acusados sin remisión alguna.
Pero ella y su amigos, ya sin Juramento Hipocrático alguno al que servir, de sobra lo vemos, un día nos dan tanto un diagnóstico, como su contrario y tratamiento al día siguiente, llevándonos a tal grado de angustia y confusión como pacientes sociales,que ahora, para mayor desvergüenza,y por si no teníamos bastante, han hecho hasta parir a la abuela: hasta nos modifican el significado de terrorismo e intentan convencernos de que acostarse con terroristas no sólo no debería constituir un pecado, sino una bendición que vienen a regalarnos por bien nuestro, porque solo así se pueden y deben de redimir a los malos…en bien de la pacificación del país,con un par, por si alguien pudiera no saberlo.
Y, una vez más, pretenden colarnos una nueva milonga sin que se les caiga el honor y la cara por los suelos. Por cierto, saben a como se cotiza el kg. de honor, últimamente, en la Bolsa española?.
Iván Illich en su “Limits to medicine o la expropiación de la salud”, refiere las penosas consecuencias del engaño que el médico o familiares pueden inferir al paciente terminal. Y, como creo recordar, pone en boca de uno de sus personajes hacia su familia…”malditos, más que malditos, siento como me estoy muriendo, mientras vosotros aún queréis ocultarme la verdad de lo que me está pasando, así es que dejad de mentir”.
Así es que tras ver a nuestra Sanchidaz acompañando ayer a los titiriteros en los premios Goya mientras España entera lloraba de dolor la muerte de dos héroes españoles (enfrentándose al ejército enemigo de los narcos con una barquita)…y ver a los agricultores, camioneros, jueces, médicos,etc,etc tan ofendidos como olvidados, y,…como decía al comienzo, tras oír las respuestas de la pobre remedo de la Faraona, he acabado optando por reír por no llorar, por no acabar tirándome por la ventana, como lamentable y terriblemente hacen tantos desesperados españoles todos los días…tan llenos de desesperación como de asco y olvido.
Luis Manuel Aranda
Médico Otorrino—Huesca
POSDATA…escribo todo lo anterior, porque tanto el pobre abuelo Luis, como mi propio padre, dos socialistas tan llenos de buena voluntad como ingenuidad, tuvieron que llevarse a la tumba terribles penales de castigo y campos de concentración al acabar nuestra incivil guerra y ellos, desde la nube, me han exigido decir todo lo antedicho. Tenía que decirlo.