Pasadas las elecciones gallegas, para evitar alusiones a un posible posicionamiento en favor de nada o de nadie, ya puedo decir que lo sucedido ayer supone un freno para evitar lo malo, malísimo, que podría conllevar la candidatura cristalina del nacionalismo galleguista, en referencia a la liderada por el BNG con el apoyo de los palmeros y vendepatrias que dan alas al sanchismo.

Se ha producido la curiosa paradoja de que la candidatura defendida por el presidente Sánchez no era la suya, en alusión a la del PSdG, sino que estuvo especialmente interesado en potenciar a los socios que le dan vida en el poder de la nación, los nacionalistas del Bloque. Llevar a pique al socialismo gallego, haciéndole tocar fondo, le importa cero. Esa es la dinámica, rastrera y servil, de un impresentable que sólo piensa en mantener su sillón, sin importarle nada más.

La reedición, tras los resultados electorales de ayer, del actual gobierno del PP en la comunidad gallega, podrá seguir dando rienda suelta a sus políticas de marcado perfil galleguista. Siempre, en este sentido, para razonar las semejanzas, aludo al tema de las lenguas y la imposición de la propia frente a la común. Con ojos de catalán veo un gran paralelismo en ciertos comportamientos, al compararlo con la extinta CiU antes de su huida al monte. Pero, si al otro lado de la balanza tenemos a los socios del necesitado Sánchez como alternativa, lo que pasó ayer es favorable o, como mínimo, puede catalogarse como el mal menor. Por otro lado, este éxito del PP permite una prórroga en el posible reemplazo de su candidato nacional, al verse Feijóo reforzado con la mayoría alcanzada en Galicia.

Pero, durante la reciente campaña electoral, hemos podido ser testigos de la chulería y las lecciones de sinceridad y honradez de todo un impresentable. Un personaje que ostenta el récord absoluto e imbatible en mentiras y falsedades. Pueden enmarcarse los cambios de opinión del presidente Sánchez en temas tan relevantes como, entre otros, la humillación por el fraude de los indultos o, más si cabe, la inminente e insultante amnistía en favor del golpismo separatista.

Es del todo inapropiado y muy rebuscado, además de tener un tufo exagerado de perfil electoralista, pretender hacer una comparación entre lo que unos pudieron hablar, es cierto que con personas o partidos con los que es mejor ni contar, y, por otro lado, la evidencia real de lo que otros han llegado a aceptar, sin importar en absoluto los efectos de la política de cesiones en favor del amo separatista.

Su forma de actuar es propia de una persona carente de valores y de principios. Alguien capaz de llegar al poder de la nación de la mano de todos los que, durante la campaña electoral que le llevó a la Presidencia, sí trataba al gusto de sus votantes. No nos queda otra que soportarlo, esperando que pronto sobrepase ese límite desconocido en el que se agote la paciencia del partido que tiene secuestrado, además de la de sus avergonzados votantes. El riesgo de que se lleve por delante a unas siglas como son las del PSOE es perceptible, por lo que no podemos descartar una brusca reacción endógena que pare el balanceo de votos en favor de los socios antiEspaña.

El lastimoso comportamiento del sanchismo, capaz de sacar pecho al verse reforzado el socio separatista, solo alimenta un futuro peligroso en el que se prima y beneficia a éste. Un proceder que da fuerza a la postura sectaria y supremacista del prófugo huido al que le están haciendo el traje judicial a medida. Puigdemont, testigo de la debilidad de Sánchez, se estará frotando las manos.

Javier Megino