Inmersos en las jornadas del Mobile World Congress volvemos a ser testigos del ridículo ocasionado por el fanatismo que domina la Generalidad catalana. Como ya ha sucedido en otras ocasiones, el presidente de nuestra comunidad evitó su presencia durante la recepción a nuestro rey en los actos de inauguración del citado congreso con sede en la Ciudad Condal.
La gran preocupación del Sr. Aragonés, por evitar que se le viera junto a S. M. Felipe VI, es una singularidad fuera de protocolo, de respeto y de educación. Un comportamiento que sirve para clarificar la degradación moral y la falta de miras de los que viven intoxicados por el odio y el rencor. Algo que consume la mente de los separatistas catalanes a los que dicho personaje representa. Es, sin duda, otro momento desagradable y ruin por parte de una persona que parece que ha olvidado su función constitucional de ser el representante del Estado español en nuestra comunidad.
Luego nos sorprendemos sí, con este tipo de bufonadas, la capital catalana va perdiendo peso específico en el contexto internacional y deja de ser interesante para la realización de eventos con alta repercusión mundial. Situaciones recurrentes de esta índole, junto a todo lo que tiene relacionado, inciden de forma directa en las tomas de decisión empresarial. La inercia que se ha enquistado en nuestra región, de la mano de la paranoia que ahora quieren indultar, afecta y resta argumentos para apostar por Barcelona como sede a futuro.
Poner en riesgo la visibilidad de nuestra ciudad, jugando con la relevancia de ésta como organizadora de este tipo de convocatorias, debería no quedar en el olvido y señalar a los que dicen que quieren lo mejor para los barceloneses, pero, con su fanatismo por referente, apuestan por justamente lo contrario.
Javier Megino