Dudo que estas cosas, en relación con el objeto de mi escrito de hoy, no sean algo común en la sociedad catalana. Muy mala suerte debo tener si soy el que las vive y al resto no le pasa. Aunque, es probable que, para la mayoría, tales situaciones no tengan importancia y pasen desapercibidas, mientras que en mi caso quedan grabadas.

Ya tuve hace unos años una curiosa experiencia en el vestuario de mi gimnasio, al hablar con un desconocido con el que coincides varias veces. Al entablar conversación lo catalogas de inmediato y, en cuestión de segundos, decides mandarlo a la carpeta basura sin posibilidad de recuperación. Aquel payo, un andaluz bailador de jotas aragonesas en el Ateneo de mi localidad, resultó no solo ser defensor del butifarrendum, sino que apostaba por la fractura de España y la salida honrosa de toda la tribu sediciosa que el sanchismo pensaba indultar y, en la actualidad, gestiona su amnistía. Razones suficientes para prescindir, en adelante, de una charla con semejante irrecuperable avergonzado traidor a sus raíces.

Pero ayer, en el mismo vestuario, repetí una situación muy similar. En este caso le tocó al caribeño (le pregunté de dónde era y me contestó con esa adscripción) que va limpiando el agua que cae al suelo al salir de las duchas y entrar en la zona de vestuario. Un trabajador que coincide con lo que estáis pensando, llegado hará no demasiado a España, que se gana la vida colaborando en la limpieza de las instalaciones deportivas. A un “bona nit” por su parte le respondí “bona nit, buenas noches” y me dijo que tenía que decir solamente “bona nit” por estar en Cataluña. Estaba claro que no me conoce.

Sabiendo los que dirigen el complejo deportivo municipal, tengo claro que ya habrá recibido la “invitación” para que se relacione con los usuarios en dicha lengua. Incluso, como ya hemos visto en otras localidades, supongo que pronto le exigirán el nivel de catalán oportuno, si quiere seguir ejerciendo su cualificada actividad profesional.

El Ayuntamiento, con mayoría absoluta del PSC, además de no rotular nada en castellano en las instalaciones públicas, debe de haber empezado ya con la campaña idiomática supremacista de sus amigos que gobiernan en la Generalitat, siendo, como nunca han dejado de serlo, los principales cómplices del separatismo.

Es una vergüenza el trato del municipio con sus ciudadanos en el tema de las lenguas, arrinconando la de su inmensa mayoría de contribuyentes, y, también, la reacción connivente de la persona aludida. Al caribeño le comenté que no se avergonzara de su lengua y de su cultura, que vivía en un país libre en el que la lengua común de todos es la que él tiene como materna y que, para colmo, vivía en un municipio en el que la usa, al menos, dos terceras partes de la población. Pese a mi intento por defender sus intereses, que también son los míos y los de la gran mayoría, se acabó nuestra conversación con el típico cierre que me catalogaba con el apelativo preferido de los abducidos, en referencia a lo de “facha”. Sencillamente, pagué el coste que supone el intentar explicar que en Cataluña hay dos lenguas cooficiales, que hay libertad y que no debemos permitir el ninguneo de una lengua universal como es el español. No dejaré de intentarlo, siempre con la razón y la coherencia por delante, pero a veces pienso que tenemos lo que nos merecemos.

Borja Dacalan