La cantinela, auspiciada por el jefe de la manada, para que se apele de forma reiterada al novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, como vía de escape para tapar la corrupción socialista, llega a ser cómica. En una elaborada estrategia de “todos a una”, los fenómenos que tenemos calentando sillas en el Consejo de Ministros, junto con el resto de la panda de mediocres que tienen por función adular y alimentar el ego del macho alfa, se han confabulado para repetir el mismo argumento con las palabras que han sido fijadas como mensaje de respuesta ante preguntas incómodas.

Tanto es así que tenemos al novio de Ayuso hasta en la sopa, siendo una persona física todavía anónima para el vulgo y “su tema” un comportamiento privado e irrelevante, en comparación con los tejemanejes que la corrupción del PSOE pretende ocultar. Carece de sentido equiparar, a no ser que se busque la confusión con una opaca cortina de humo que desvíe la atención.

El maestro de la mentira, ese que pretendió diferenciar el terrorismo etarra del infringido por los fanáticos separatistas catalanes, algo más que cuestionable y que solo cabe en mentes interesadas, debería comparecer para aclarar que lo sucedido con el amigo con derecho a roce tampoco es comparable con la corrupción endémica en su partido.

Pero, al margen de la ridícula e interesada estrategia descalificadora que han urdido en Ferraz o Moncloa para camuflar sus casos de corrupción, lo preocupante es lo que se cuece entre bambalinas con los amigos del separatismo golpista. Con esto si que hay mucho en juego.

En este sentido, sabemos que una negación del presidente del Gobierno es el mejor preludio de una afirmación humillante, por lo que debemos estar preparados ante la más que previsible convocatoria de un referéndum bendecido por el vendepatrias del sanchismo. Una cita que, nuevamente, dispondrá de argumentos en favor de la teoría de la confraternización, del hermanamiento y de la convivencia entre catalanes que, en mi opinión, no se cree ni él. Añoro la tranquilidad que alcanzamos tras ver al fanatismo separatista tocar fondo, con el tema de la ruptura socialmente aborrecido, el vividor de Waterloo olvidado y esa sensación de pasar página consolidada. Una paz que se quebró por el interés personal de un predicador de mentiras que vive de la vanidad egocéntrica y al que no le importa el futuro de España. Que tranquilos estuvimos con los malos en la cárcel y los fanáticos en barbecho.

Desconozco el momento y el modo de colarnos la propuesta top del separatismo. Por el momento, pendientes de que su voto vuelva a ser imprescindible, toca templar gaitas. Aun así, es una apuesta segura pensar que no tardaremos en escuchar a los representantes del sanchismo con sandeces como la bondad o el privilegio que tendremos los catalanes al otorgarnos esa humillante posibilidad de opinar lo inopinable. Igual, incluso, querrán que les agradezcamos una convocatoria que, bien sabe el PSOE, no cabe en nuestra legalidad constitucional y solo es fruto del chantaje interesado y la pérdida absoluta de principios y valores en las filas del sanchismo gobernante.

Javier Megino