Mucho se está hablando del tema en los últimos días. Algo que obedece a la lógica de una precampaña electoral tras el pistoletazo de salida de la convocatoria, para el próximo 12 de mayo, de elecciones autonómicas. No podemos obviar la realidad, por chocante y denigrante que sea, de que la próxima cita con las urnas incluya, como principal baza por parte de los partidos nacionalistas y separatistas, la posibilidad de esa ansiada convocatoria de un referéndum de autodeterminación.
Dicho mantra del separatismo nunca lo han tenido tan cerca. El renacer de las posturas rupturistas y fragmentadoras, alimentadas por el necesitado Gobierno en España que lidera un PSOE que se ha convertido en el principal valedor de los separatistas, posibilita que éstos vean en el horizonte la plenitud de sus sueños. La humillación de ese previsible plebiscito macabro, que romperá definitivamente la sociedad catalana en dos, parecía algo desestimado. Sólo el afán por mantenerse en el poder de los vendepatrias del sanchismo les ha devuelto las esperanzas y reavivado la llama.
Las mayorías parlamentarias y, por encima de todo, la necesidad de un vanidoso egocéntrico que ansía poder y privilegios, ha permitido que se rompa aquel equilibrio que, con la ley por delante, logró paz social y una tranquilidad que deseábamos fuese duradera, a la par que un castigo ejemplar al encarcelar a los golpistas que se saltaron la legalidad constitucional. Pero el uso interesado de los indultos a la carta, más la posibilidad de esa ridícula amnistía al separatismo supremacista que provocó el golpe del 2017, ha roto lo que era una expectativa de convivencia y hermanamiento solvente, con los radicales y fanáticos frenados en seco por la ley.
El insulto al bien de España que supone tener a la miseria de gobernantes que hoy calientan los sillones del Consejo de Ministros, personajes dominados y sumisos ante el separatismo que realmente controla el devenir y futuro de España, facilita el logro de las metas irrealistas de los del lacito amarillo. La permisividad y todas las concesiones otorgadas en favor de los que quieren romper nuestro país, con los propios socialistas como abanderados, puede destrozar las esperanzas de que las generaciones que vengan detrás sigan disfrutando de la buena vida que caracteriza al común de los españoles y el orgullo de ser parte de la nación más importante de la Historia Universal. La apuesta que está jugando el PSOE puede acabar por convertir un país envidiado por su calidad de vida en una verdadera pesadilla. Que nadie piense que todas esas ilusiones paranoicas y rompedoras van a salirnos gratis.
Lo que estamos viendo y viviendo, con ese partido parasitado por el sanchismo, no puede compararse con nada. El paso de Sánchez y todo su rebaño de barrigas llenas sin oficio ni beneficio va a suponer un coste para la nación española incalculable. Sus mentiras y manipulaciones, junto con la teatralidad de sus bufones ministeriales, pretenderán disfrazar la legalidad y releer la Constitución del modo que sea oportuno para poder contentar a sus socios y amigos separatistas. Por eso, controlando el sanchismo los poderes del Estado y habiéndolos contaminado sin importarle el coste y las consecuencias, no podemos descartar que ese deseo de votar el fin de España pueda verse colmado.
Los del PSOE y del PSC dirán durante la campaña lo que les interese para seguir captando votos, pero la realidad a la que nos enfrentaremos la sabemos con certeza, siendo conocedores de la maldad y el uso abusivo de la mentira a la que nos tienen acostumbrados. No lo olviden al ir a votar, el separatismo logrará su meta con el permiso y el patrocinio del partido socialista vendepatrias. Está en nuestras manos que dejen de humillarnos.
Javier Megino