Definitivamente se ha instalado en la política española la desvergüenza y el abuso. El líder sanchista avisa de que hará lo que le apetezca para tener el control absoluto del sistema judicial español y, con eso atado, liberar a familia y amigotes de todo lo que le pueda suponer un incordio.
No solo está detrás de todo esto la liberación de su compañera de cama, su compañero de juego en la niñez o sus aliados antiEspaña, el tema va más allá. El ansia por convertir a nuestro país en un régimen totalitario hermanado con las repúblicas bananeras es evidente, haciendo lo que le dé la gana y planteando, esto es más que probable, la ampliación de mandatos con indefinición temporal para seguir anclado al poder y chupar del Estado mientras se pueda.
Asco es poco, siendo incalificable el sentir que puede trasladar semejante mamarracho. Un tipo engreído que, con la vanidad galopante y el ego sobresaliente que le caracteriza, piensa llevar a nuestra nación, que no se merece lo que le ha tocado vivir con el sanchismo en el poder, a un futuro incierto e imprevisible.
Con el yugo que supone vivir en manos de los que quieren el fin de España como objetivo y una compañera política que quiere dejar de sumar pero no de cobrar y mantener los privilegios remunerados, el plumero se les ve bien a ambos. Un “tanto monta, monta tanto” del ridículo, la deshonra y la falta de valores que hoy decide el devenir del Estado, haciendo incluso que el rey se arrodille ante el separatismo al sancionar una ley impropia de un país soberano y con principios, solo por seguir ahí arriba. Con estos manejando nuestra realidad es imposible dejar de mirar al mañana con la duda de cuál y cuándo será la estocada definitiva para ver el fin de la patria común de todos los españoles.
El macho alfa sanchista, la teñida ultra de alta costura, sin olvidar a la “bruja avería” del insulto y la desfachatez, dan cobijo a todo el regimiento de golpistas y separatistas que se frotan los ojos al no creerse lo que viven. Ven con asombro como se les permite tener el control de un Estado dispuesto a darles todo lo que precisen, sin importar lo que opinen los secuestrados españoles que, ya en una cifra superior a dos millones de votantes, le han hecho la butifarra electoral a esta ultraizquierda progre que nos gobierna y de la que ya no se fía nadie decente.
Se pueden ir todos donde dicen que, si la pisas, da buena suerte.
Borja Dacalan