Este pasado domingo fue, en lo deportivo, un día espectacular para nuestro país. Por un lado, en formato individual, vimos al imparable Carlos Alcaraz alzándose con su segundo torneo consecutivo de Winbledon consagrándose entre los grandes del tenis pese a su juventud. Un deporte al que nos hemos abonado al éxito y que esperamos nos brinde grandes resultados en los próximos Juegos Olímpicos de París. En este sentido, el equipo de dobles Nadal-Alcaraz genera muchas ilusiones y una gran carga de emotividad para los españoles. En lo colectivo, la selección española de fútbol acaparó la ilusión dejando clara la sintonía del equipo de todos con una ciudadanía necesitada de éxitos de los equipos que representan a España. Una vía de escape que permite olvidar, aunque sea temporalmente, la desgracia que supone estar en manos de políticos impresentables que se han ganado el desprecio, tal y como vimos por parte del gran Dani Carvajal en el saludo a Sánchez en la visita protocolaria a Moncloa.
El deporte mueve masas y hace reverdecer las esperanzas futuras de una nación condicionada y humillada por los energúmenos que la gobiernan. Pero, desgraciadamente, el fútbol solo es un juego. Ojalá, igual que salimos para ver partidos en pantallas gigantes y gritar de emoción, estuviésemos todos activos para defender los intereses patrios y darle en el morro a los mamarrachos vividores, vanidosos y ególatras que no paran de ofender a la nación española, poniéndola en manos de los que ansían su fin.
No os equivoquéis, yo me congratulo y disfruto de los éxitos de nuestro deporte como el que más, pero le pido a los que de verdad sienten los colores, con o sin Eurocopa, que se movilicen en defensa del futuro de España. El triunfo deportivo sirve de mucho y le duele especialmente a los fanáticos separatistas que ven la realidad, pero os animo a estar igual de motivados para hacer frente a los riesgos y las humillantes concesiones que otorgan los vendepatrias sanchistas a sus socios y amigos golpistas.
Borja Dacalan