¿Os imagináis lo que pasaría en España si lo que sufrimos con el PSOE en el Gobierno, y más concretamente con el ególatra vanidoso de Sánchez en la Presidencia, estuviese pasando con un Gobierno de España de otro color?

Estamos viendo como la ocupación de los puestos clave, con la colocación sin miras ni contemplaciones de lacayos, es la dinámica normalizada y usual. Hoy le ha tocado el turno, ya con el sistema judicial casi controlado, al ministro Escrivá, en condición de gobernador del Banco de España. Una elección satisfecha para favorecer las decisiones monetarias y económicas del sanchismo, haciendo que dicho organismo deje de ser independiente y pase a ser otro que le ría las gracias al impresentable imitador de Maduro que sufrimos a este lado del Atlántico. Lo doloroso es que no deja de ser otra etapa más en la consolidación de ese pretendido control generalizado.

Vemos, incluso, que la necesidad de alineamiento de posturas, para satisfacer las fechorías del personaje que pone cara a la ruina de España, se traslada incluso a los propios representantes del fagocitado PSOE. En este sentido, veremos en breve como los cabezas del partido en las regiones que cuestionan el concierto económico camuflado, para contentar a los separatistas catalanes, están más muertos que vivos en la política. La sentencia de Sánchez les llegará pronto. Tras el Congreso del partido, que ha convocado con el ánimo de que no se escape nadie del redil, podrán ver cómo se generan candidaturas electorales alternativas en sus respectivos feudos para plantarles cara y librarse de su hostilidad. Aunque, sin olvidar que son socialistas, no es descartable ver a los que ahora opinan en contra de ese abuso económico en favor del separatismo, ahogando a sus respectivas regiones en lo que más duele, cambiando de postura y bajándose los pantalones para no perder estatus y privilegios. No sería la primera ni la última vez.

Como decía, con todo lo que tenemos que tragar, si gobernasen otros y no estuviese el PSOE y la extrema izquierda controlando el destino del país, no tengáis dudas de que las calles serían intransitables, las empresas vivirían paros indefinidos, la vida corriente de los ciudadanos tendría un difícil devenir y el clima social estaría inundado por el rencor. Odio que solo sabe justificar y admitir el abuso de los que reciben el voto de los incendiarios fanáticos que siguen en letargo esperando que gobierne el bien sobre el mal.

Javier Megino