Desconozco si lo que sucede con Sánchez tiene que ver con la evolución de una determinada patología o si se trata de una valentía sin escrúpulos que da rienda suelta al dicho “de perdidos al río”. En todo caso, plantarse ante las más altas esferas de instituciones de carácter mundial para seguir erre que erre con su milonga tiene su mérito.
No deja de ser más de lo mismo, usando esa palabrería que solo él se cree, además de todos sus palmeros y tuercebotas lameculos. Para todos los demás se trata del personaje que más disfruta enfangado y mintiendo de forma compulsiva y enfermiza. No vale la pena perder el tiempo para recordar su opinión respecto de los dolorosos pactos con unos u otros, su postura respecto del separatismo hasta que lo ha necesitado para dormir en Moncloa, aquella negativa inicial que le llegaba a condicionar el sueño si pactaba con ese comunismo que ahora le besa y abraza, o todo su cúmulo de tropelías y falsedades que le han consolidado como el mayor jugón de la ciénaga.
En la actualidad, con el poder judicial haciendo su trabajo, en tanto que sigue avanzando la intromisión del sanchismo para condicionar su libertad e independencia, vive un periodo en el que se muestra bastante inquieto y preocupado. De hecho, todo lo que está pasando relacionado con el control de los medios de comunicación, pretendiendo validar solo lo que le dore la píldora sin importar su objetividad, va en ese sentido manipulador. Incluso, ha ido a contar su visión inquisitorial en un paseo institucional por el mundo, con la ONU como principal parada, para vender el proyecto y blanquear ese humo pestilente que supone su censura interesada.
No le importa reventar nuestra credibilidad como país, engordando la pelota de nieve con más de lo mismo sin pudor ni vergüenza. Da repelús verlo en su afán por intentar convencer de la bondad de su adulterada visión de lo bueno y lo malo, anteponiendo siempre sus intereses personales y familiares e importándole cero la imagen que brinda de España en el mundo.
Borja Dacalan