Cuesta conciliar el sueño desde el aviso del personaje que nos gobierna al decir que le quedaban años en el poder y, para colmo, sin fijar un tope temporal. En mi opinión, al verse jaleado por todos sus palmeros en la convención sanchista, nos blanqueó su plan de abordaje para controlar todos los estamentos de poder, en formato dictadorzuelo caribeño, perpetuándose sine die. Va teniendo sentido esa estrategia no ocultada de ir copando todas las instituciones. Algo que le permite vislumbrar el éxito en ese pretendido escenario de llegada, colmando su pretensión enfermiza de satisfacer tanto el ego patológico como la vanidad desorbitada que comparte con los que tiene en la cercanía.
Sin un rival que le haga sombra, más allá del único cagabandurrias que queda piando, en referencia al presidente García-Page, la cosa pinta mal. Peor que mal, para ser sinceros. Vivimos una oposición al macho alfa sin opositores, asumiendo que el poder absoluto en el fagocitado PSOE es intocable. En este sentido, es innegable la capacidad que ha demostrado el sanchismo para cimentar un sistema de pleitesía y sumisión que evite toda autocrítica. Una formación que huele de forma pestilente a corrupción, abuso, prepotencia, nepotismo y miseria, pero que nadie desde dentro pretende depurar para no verse arrastrado por el fango del narcisista superlativo.
El comportamiento y los comentarios del camarada Emiliano de Castilla-La Mancha, aparentando ser un contrapeso mediático para contentar a los que quedan cuerdos en el socialismo, parecen parte de un teatrillo pactado. Sus declaraciones, aludiendo y compensando las bravuconadas del líder supremo, carecen de recorrido y dan risa cuando no es pena. Sabemos que nadie va a moverse de su casilla ante el riesgo de perder un estatus y una vida de privilegios que puede finiquitarse en caso de anteponer el bien de España y tus principios a los propios intereses y el sillón.
Sánchez ha avisado y no puede decirse que los españoles no estemos al corriente de su maquiavélico plan. Por eso, debemos hacer lo que sea para evitar que logre su objetivo. Toca arrimar el hombro y ponerse en formato fin de ese ser maligno en el poder. Y, para ello, debe consolidarse una nueva alternativa que sume esfuerzos y cree la expectativa real de un futuro prometedor para España. Una opción convencida y solvente que realmente defienda los intereses de la nación española y finiquite el régimen sanchista, con un nuevo liderazgo que, sin fisuras y en formato todos a una, entendamos que es viable y creíble, sin que genere la mínima duda por comportamientos y trayectorias del pasado.
Javier Megino