A estas alturas de la película, y sabiendo que todavía queda tiempo de sufrimiento con este mísero Gobierno en el poder, no deja de sorprendernos la capacidad de tomar iniciativas que suponen una intromisión absoluta en la vida de las personas y en las libertades individuales.
Ahora, en otro impulso al populismo desbocado, le toca a la educación universitaria. El sanchismo cuestiona el reconocimiento de la utilidad, valía y el esfuerzo en ciertas universidades. Para Sánchez y los suyos es cuestionable la credibilidad de la capacidad docente y la exigencia de algunos centros, llegando al menosprecio que supone plantear que algunos son un simple montaje que habilita un sistema fraudulento para adquirir titulaciones sin importar el grado de conocimiento al que llega el alumnado. De algo sabrán ellos al respecto…
Lo sorprendente es que este planteamiento adulterador, que diferencia entre la mayoría del alumnado y una minoría sin escrúpulos que hace uso de su posición de poder para ampliar o mejorar su curriculum, salga de boca del sanchismo. Les encanta manipular a la opinión pública y tirarse de los pelos para desprestigiar una docencia que no les gusta, cuando muchos de los críticos han sido, en su juventud, formados en centros que ahora están en el foco. De hecho, habrán logrado acceder a cargos públicos habiéndose formado en instituciones que ahora cuestionan.
La meritocracia está en la encrucijada. El emblema del sanchismo creó la senda, tras acreditarse un doctorado por inspiración divina que decoraba el C.V. del que es el número uno. En su caso, al hablar de títulos y educación, debería primar la prudencia, aunque ya se sabe que para un ególatra la chulería es irrefrenable.
Copando cargos y puestos, sin primar la necesidad de conocimientos o, en el más cómico de los casos, sin llegar a saber dónde está la oficina, es ridículo que ahora se vaya de digno. Con un puesto creado para el hermanísimo se desacredita toda iniciativa que pretenda dar fuerza al requisito formativo, las titulaciones y la objetividad en los procesos de selección. Y, por si eso fuese poco, acabar con la imagen seria que se pretende de unas titulaciones de maestros, con la consorte enchufada dando clases en un Máster ante alumnos más formados y capacitados que la propia docente, diagnostica de forma solvente errores y culpabilidades.
En definitiva, si de verdad está contaminado el sistema educativo, la solución sería bastante sencilla, al ser los aprovechados los mismos que ponen en tela de juicio una operativa que ellos aprovechan, utilizan y manipulan. Como en todo lo demás que ya han adulterado, la prioridad es que el sanchismo desaparezca y pase a ser un triste recuerdo.
Hemos de devolver el sentido a la educación, el esfuerzo y el sacrificio, dejando a un lado esa regla básica de los que ahora mandan y que prioriza una sociedad escasamente formada que les garantice su ansiada y vanidosa continuidad en el poder.
Javier Megino