Tras hacerse públicos los mensajes del famoso whatsapp, en el que queda magníficamente retratado el número uno de la trama mafiosa que hoy corrompe la política en España, las dudas que deberían quedar para los españoles han de tender a cero. Solo resta la duda, sabiendo que es casi imposible, de si todos los barrigas llenas con asesorías varias, los incondicionales de la subvención teledirigida, más todo ese regimiento multipartido de bufones y palmeros que rodean al capo, albergan algo de sensatez y son capaces de aceptar y asumir la realidad.

Con esperanza casi nula, conscientes de los beneficios compartidos entre el mandamás y todos los vividores y necesitados de la política, nos vemos abocados a un momento convulso entre las verdades hirientes para el sanchismo y la manipulación en grado sumo que buscará encubrir toda la maldad que hay detrás del marido de la Bego y sus colaboradores.

Sánchez hará todo lo que esté en su mano para seguir en la cresta de la ola y poder lucir su palmito con el ego subido y la vanidad reconfortada, sin importarle el coste y las consecuencias, mientras que los que le dan cobijo y sostén son muy realistas al vincular su poder y presencia con la continuidad de este presidente débil y carente de principios. No esperemos cordura y lógica cuando está en juego el cargo, los sueldos y los sillones. Rentas a cambio de apoyo al sanchismo que beneficia a todas las minorías radicales que tanto disfrutan viendo la degradación y humillación a la que se somete a la nación española.

Los whatsapp han blanqueado la verdad de Sánchez respecto a todos los pesos pesados del PSOE que le han podido cuestionar o con los que ha rivalizado. Su opinión de Page era del todo esperada, lo que tiene que ver con Lambán igual, el caso de Susana Díaz era lógico habiendo sido la rival a batir, pero el caso que más insulta a la credibilidad y solvencia moral es el del que fuese líder en Extremadura, al ver la sumisión de Vara con tal de seguir en la pomada y mantenerse cogido a la teta.

Conociendo los mensajes entre el que fuese el número dos y el número uno, en un país con un mínimo de rigor, ya deberían haberse producido reacciones. Antes del deterioro político que ha generado la irrupción del miserable Sánchez, por mucho menos se acabó con el Gobierno de Rajoy. El sanchismo, con sus mentiras y relatos a la carta, supo jugar sus bazas para desbancar al último presidente del PP. Un recambio que dió inicio a la siniestra etapa de humillaciones y malignidad, que sigue hipotecando el futuro de España, sin visos a que esto cambie pese a todo lo que se les viene encima.

Borja Dacalan