España, la antigua Hispania se derrumba. Todos somos culpables, hemos contribuido con el silencio. Un silencio reiterado en muchos momentos de nuestra vida colectiva. Un silencio ausente al escuchar el himno nacional, un silencio trucado en la reciente manifestación contra el terrorismo. Un silencio institucional ante los atropellos políticos de los hostiles a la democracia.
Nos hemos olvidado del término ciudadano o puede ser que ni lo hayamos tenido en cuenta. Estamos en el rol de siervos, la historia ha quedado dormida en el pasado por no haber intentado estar presentes un día tras otro. Sólo queda la sonrisa helada en los labios de los » servidores » políticos que con insistencia machacona balbucean – diálogo, concesiones, identidad, nacionalidad – y los empresarios, intelectuales, juristas, pedagogos, trabajadores, todos ausentes. Esa ha sido la tónica que como bruma se ha extendido calle por calle, casa por casa.
El canto Els segadors ha resonado en la Cámara autonómica catalana y las notas musicales se han oído desde Finisterre hasta cabo de Gata, desde los Pirineos hasta Gibraltar, Ceuta, Melilla y han alcanzado la cima del Teide. Allí las últimas ondas de esa melodía, usada con hostilidad para dividir, han hecho temblar la bandera roja y gualda que un mástil sostenía en el intento de mantenerla en su sitio. El pueblo, sin transcender por no intentar responder a tiempo, quiere estar en el limbo. Está sumido en ese no comprender qué se ha dejado hacer, mejor dicho qué no se ha hecho. Pero no por ese silencio generalizado ha faltado en las calles barcenolesas voces firmes gritando » Cataluña es España «, sin ser secundadas por la mayoría de los medios informativos; las cámaras de televisión o estaban ocupadas en programas banales o centraban sus objetivos en las esteladas que se multiplicaban cual golondrinas ante esa catalana primavera, cuando en realidad entramos en un largo otoño español.
Leyes no faltan, tribunales tampoco y menos fiscales, en la espera sorprendente de que se despeje el ambiente político. Las acusaciones de delitos de malversación dirigidos a los aspirantes golpistas, han sido tachadas de los expedientes judiciales con fines algo confusos, la legalidad da miedo aplicarla y uno se pregunta ¿ cuál será la causa ?. Una comunicación del Ejecutivo ante los periodistas y ante el público en general a través de la pantalla, leida con solemnidad y con el mensaje intranquilizante de que se cumplirá la Constitución. Una Carta Magna asaltada desde hace casi treinta años mientras en todos los rincones del país se desparrama la presión de la doctrina nacionalista, acompañada con el temblor de las replicas del Gobierno. Muchas comunidades están en una carrera incansable de ser diferentes pero al mismo tiempo, en paralelo existe el afán de alguna de ellas de engullir una trás otra las de alrededor, porque argumenta sentirse más diferente. Una solitaria Cataluña a unos Países Catalanes. El valenciano y las modalidades en lengua mallorquina, menorquina, ibicenca, anuladas por el imperio de la catalanización. Y el Estado ausente y la ley no se cumple.
La tensión se palpa ¿ Llegará el 1 de Octubre? o a lo mejor al ser tan originales, se repetirá las veces que sea necesario para conseguir el Si absoluto. La oposición constitucionalista no prevee aplicar el 155. Muchos planes en el aire en espera de lo que acontecerá. La estulticia nos ha hecho perder tiempo tanto para progresar como para defender la legalidad. A pesar del desastre en puertas, convendría haber aprendido que ante el reto continuo, ante la ostentación de una superioridad insultante, no se puede ceder y si se hace te vuelves esclavo de ese carácter imperioso.
«Los españoles somos iguales ante la ley «, premisa obligada para todos desde 1978. En estos
momentos emborronada esa afirmación, lo que nos queda en el escenario político es una oligarquía económica clasista, unos totalitarios progres disfrazados de demócratas y cerrando el círculo unos advenedizos al estilo de bandoleros. Los que restan en esas corporaciones públicas, sensatos, que los hay, están obligados a identificarse, a tomar la palabra y posicionarse en la defensa del Estado de Derecho. Su voz se ampliaría en cada uno de los españoles y se iniciaría la recuperación de la dignidad adormecida.
Siempre hay un segundo para reaccionar. Escrito el primer capítulo de la demolición del Estado, no hay que dejar que los siguientes los redacten los Golpistas, los Secesionistas, los Nacionalistas, los enemigos de las libertades
Ana Maria Torrijos, miembro de la Junta d’Espanya i Catalans