Es un contundente diagnóstico, el que dan por mi andaluza tierra cuando ven que alguien está apartándose de lo esperado, que tiene reacciones imprevisibles, de salida de pata de banco. Cosas que en días como estos, están aflorando como los hongos otoñales. Llamo a mi amigo Mariano y me comenta…Luis, dice mi mujer que voy a acabar como mi padre, el pobrecillo que al final de sus días acabó hablando sólo, a lo que yo, por consolarle, acabo diciéndole…tranquilo, que son cosas de la edad, que eso ahora nos pasa a bastante gente confinada, pero el auténtico problema, lo preocupante, no es lo tuyo, sino lo que le pasa a Saturnino, nuestro amigo común…que habla e incluso se hace preguntas en voz alta, viviendo solo en su casa, pero lo terrible, lo terrible es que también comienza a contestarse el mismo, de forma complaciente, a la vez que suele quedarse mirando al perro, creyendo haberle oído responder.Y por tan quijotesca forma de proceder, ajena a la realidad más vulgar, pensando en él y en todas las cosas que puedan estar pasándonos en estos momentos, bien por exceso de lecturas de libros de caballerías o de intento de recuperación de sentimientos tan nobles como los de nuestro Ingenioso Hidalgo, he vuelto a saciar mi sed de consuelo ajeno bebiendo, una vez más, en sus generosos y sabios consejos, convencido con Camilo José Cela de que si bien pudiera ser verdad “que el sufrimiento y el llanto son los mejores adobes con los que el hombre levanta su choza”, nada mejor consejo, pudiera cabernos en estos terribles momentos ,que el mirar de continuo a las estrellas, o en su lugar, recurrir de nuevo a él, al libro por excelencia, a mi Biblia laica o Evangelio profano, del que se dice que escribió Cervantes nada más y nada menos que para ayudarnos y ayudarse a salir airosos en las mil situaciones que pudieran presentársenos en esta puñetera vida.

Con sus refranes, como fuentes de autoridad y de filosofía de urgencia, con sus lubricantes palabras para sobrellevar los malos rollos. Sus sosegantes palabras, las auténticas píldoras inmunoestimulantes que un médico se atreve a recetar en pandemias como la presente, ahora que parece ser como si el concepto vanguardista de la Resiliencia (la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas, para oponerse a momentos críticos y adaptarse, etc. etc ) no estuviera ya descubierta y comunicada casi desde la noche de los tiempos.

Han surgido todas estas palabras, mientras recordaba como nuestro Presidente del Gobierno, meses atrás, deseaba a toda costa ser algo así como el Gobernador de la Ínsula Barataria y yo caía en la cuenta de aquello que el Barbero le decía al Cura…”pero no me maravillo tanto de la locura del caballero, como de la simplicidad del escudero, que tan creído tiene aquello de la Ínsula”…y así, así, cogiendo el rábano por las hojas, he ido cayendo en la cuenta de que hurgando y rebuscando, podía ir encontrando una verdadera cosecha, en aquél libro de libros, cosecha de palabras tan frescas, ya por boca de un Hidalgo o su escudero, qué tanto monta…

…»Dios lo remedie, y éstemos a la mira, veremos en lo que para esta máquina de disparates de tal caballero y de tal escudero, que parece que los forjan a los dos en una mesma turquesa, y que las locuras del Señor, sin las necesidades del criado no valían un ardite.

No hay memoria a quién el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no lo consuma.

No es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien ya está cerca.

Quién resiste, gana.

Esfuércese, que el descaecimiento en los infortunios apoca la salud y acarrea la muerte.

El mundo está en un error, por no renovar en sí el felicísimo tiempo. Donde campeaba la orden de la andante caballería.

Licenciado, no os engañe el diablo, replicó el Loco, sosegad el pie, y estaos quedito en vuestra casa , y ahorraréis la vuelta.

Puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos.

No se ha de añadir aflicción al afligido. Que se puede añadir aún más pólvora a la cólera ajena.

Es común proverbio, que la diligencia es madre de la buena ventura…y porque suele decirse que en la tardanza está el peligro.

Viviendo en este rincón del mundo donde a cada paso suceden cosas de grande espanto y de admiración.

Viendo la cantidad de mentirosos que con curioso y pensado artificio suelen componerse.

Y viendo el mal proceder de este mal gobierno, que más que querernos como padre, nos quiere destruir como padastro.

Viendo a los gobernantes a cuyo honroso cargo les subió su buena suerte, más que sus merecimientos.

Mientras preguntándome porque quiere y permite Dios, que tengamos siempre verdugos que nos castiguen…

Con Sancho, que podía decir también…Gobernadores he visto por ahí, que á mi parecer no llegan a la suela de mi zapato, y con todo eso los llaman Señoría, y se sirven con plata. Mezclando los hideperro de continuo berzas con capachos.

Que yo no estoy ya para ponerme en cuentas ni cuentos.

Y acabo…porque no hay en la tierra, conforme a mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida”.

Pocos minutos atrás, han quedado las televisivas noticias con el ministro filósofo leyendo el terrible parte de guerra diario, él, con “su celebro, de donde procede toda su mala ventura. Tan seco y amojamado que no parece sino hecho de carne de momia.”

He podido leer ayer mismo como José Cadalso, más cercano, en sus “Cartas marruecas”, nos dice en unas gloriosas palabras llenas de esperanza…”las cosas por las que España ha pasado, es maravilla que aún tengan hierba los campos y agua sus fuentes”.

Que el buen Dios nos proteja a todos.

Luis Manuel Aranda – Médico Otorrino