Edmund Burke afirmó: “Hay un límite en el que la tolerancia deja de ser una virtud”. Eso sucede cuando la tolerancia amenaza con permitir que se pongan en peligro nuestras convicciones, nuestra forma de ser y nuestra propia cultura.

La eurodiputada Isabel Benjumea del Partido Popular presentó recientemente un belén o pesebre en la sede del Parlamento Europeo con la intención de que fuera exhibido en sus dependencias y fue rechazado con el absurdo argumento de que se trataba de una exposición de contenido religioso y podría ofender a otras personas que no profesen la religión cristiana.

Cuando frecuentemente aparecen en prensa noticias sobre ataques terroristas en Europa cometidos por grupos radicales que odian nuestras creencias y que se sienten ofendidos por el mero hecho de que alguien publique unas caricaturas, esgrimir cautela para no ofender a esos grupos resulta cándido o necio.

El señor John Howars, Primer Ministro australiano, ante las críticas de grupos musulmanes hacia él por la decisión de investigar el contenido de las charlas peligrosas en las mezquitas sospechosas de radicalismo, manifestó: “…Pero una vez que ustedes empiecen a quejarse y no acepten nuestra bandera, nuestras creencias cristianas, o nuestro modo de vivir, sinceramente les animo a hacer uso de otra gran libertad que gozamos en Australia: el derecho de marcharse.” Un pronunciamiento en ese sentido sería censurado hoy en España por xenófobo.

Europa es un continente de mayoría cristiana y lo es desde que en la Navidad del año 800 el Emperador Carlomagno fue coronado por el Papa León III. A lo largo de 20 siglos fueron sobretodo las órdenes religiosas las que preservaron en sus conventos las grandes bibliotecas que contenían miles de libros de ciencia y conocimiento y fueron asimismo los encargados de las universidades y de la educación en general.

Lamentablemente en la actualidad, es evidente la pérdida del sentimiento religioso en la Europa Occidental con porcentajes de creyentes inferiores al 40% mientras en la Europa del Este y tras la desaparición de la Unión Soviética han alcanzado altos porcentajes superiores al 65%, tal vez por haber conocido las “mieles” del marxismo. (Datos extraídos del informe del Pew Forum)

Los fieles del Islam, como en el año 711 en que invadieron nuestro territorio, no vienen a Europa como inmigrantes sólo para conseguir trabajar y vivir en paz. Vienen para quedarse y cambiar nuestra cultura, nuestra organización social y todo aquello que no encaje en su modo de entender la Sociedad.

El expresidente de Argelia, Huari Boumedian dijo en un famoso discurso pronunciado en 1.974 ante la Asamblea de la ONU:  “Un día, millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria. Al igual que los bárbaros acabaron con el Imperio Romano desde dentro, así los hijos del Islam, utilizando el vientre de sus mujeres, colonizarán y someterán a toda Europa.”

Por lo tanto no debemos engañarnos, no es el rechazo destilado del odio hacia lo diferente, al contrario se trata de defender nuestra identidad como cultura Cristiano-romana que se consolidó con Carlomagno y ha hecho de Europa una de las grandes potencias económicas y culturales del mundo durante 20 siglos.

Como muchos ahora en España, he tenido la oportunidad de mantener conversaciones serenas con musulmanes llegados a España y cuando en nuestras conversaciones tocamos temas relativos a los valores esenciales del ser humano como la caridad, el respeto de los derechos humanos, etc. y se ponen en evidencia grandes coincidencias entre nuestro modo de ver esos valores, no pueden abstenerse de invitarme a abrazar el Islam, porque ellos no conciben que la Fe, la Caridad, la defensa de los débiles, etc. estén presentes en el pensamiento y los hechos de la misma sociedad decadente occidental que acepta sin reaccionar: el libertinaje, la corrupción y la degradación que constantemente vemos en nuestras calles.

Es difícil hacerles entender que a eso que ellos califican de degradación, nosotros lo llamamos libertad.

Libertad de conciencia, libertad de expresión, etc. Pero ellos sólo ponen su atención en todo aquello que desbordando los límites de lo razonable, se convierte en vulgar libertinaje con el consiguiente atropello de los derechos de la gente de bien.
Cuando en el actual estado de confusión mental de aquellos que debieran ser los tutores, o al menos defensores del adecuado uso de esos derechos, como son los funcionarios del Parlamento Europeo, no tienen las ideas claras y se niegan a poner un Belén en las dependencia comunitarias esgrimiendo el temor a que eso pudiera ofender a los no cristianos, se ignora el hecho de que la inmensa mayoría de la población europea es de confesión cristiana y que fue el cristianismo el que construyó la actualidad europea.

Cuando ponemos el parche antes de que se produzca la herida estamos evidenciando unos escrúpulos injustificados que solo denotan miedo, ofenden a una mayoría y dan pábulo a los enemigos de Europa para seguir en su labor para socavar nuestra unión.
No pretendo yo que ahora nuestros políticos se pronuncien con la contundencia del ex primer ministro australiano, pero tampoco me parece correcto que le demos palmaditas en la espalda a aquellos que desean la destrucción de la Europa que siempre hemos conocido.

Los millones de mártires que en Europa han dado su vida en la defensa de su Fe Cristiana se removerán molestos en sus tumbas y esa dejación de nuestro compromiso con la Historia de Europa es un primer paso para su desaparición.

Xavier Codorniu