La señora Sandra Gómez, vicealcaldesa de Valencia y Secretaria General del PSPV-PSOE de la ciudad de Valencia, abogada y política, publicó hace dos días un comentario a una imagen de la Virgen María dando a luz al Niño Jesús. El comentario, que prefiero no repetir, era más digno de cualquier teleserie basura, que de la escena que representa y de las festividades navideñas , que con tanta ilusión, amor y fe celebramos todos.
La cosificación de la mujer, producto de una pseudocultura grosera cargada de machismo, ha llevado a que en muchas ocasiones se utilicen términos con una carga significativa nula, pero con una intención marcadamente agresiva con respecto a la intimidad femenina y, en muchas ocasiones, a limitar así el concepto de mujer. Se construye así una suerte de metonimia degradante, que confunde el todo por la parte, y se resuelve en la mencionada consideración de ella, no ya como un objeto decorativo, sino como algo mucho más violento. Aún queda mucho camino que recorrer para que llegue a todos la dignificación de la imagen femenina y masculina desde un punto de vista humano, inteligente, respetuoso e inspirado en el amor.
La grandeza del nacimiento de un niño, de una joven mujer, al lado de un humilde carpintero en un corralito en medio de la nada, es la grandeza de Dios: la humildad.
Ese nacimiento fue anunciado a unos ateridos pastores, que velaban sus rebaños en la noche y acudieron llenos de fe a presenciar ese momento: el nacimiento del mismo Dios en un niño, por la fuerza del Amor y la Alegría. En la noche más pobre de la historia de la humanidad, de un mujercita adolescente, se gestó al Rey del Universo. No fue magia, fue la Vida Nueva: fue Dios que se hizo niño para enseñarnos a todos lo que realmente somos y después hombre para mostrarnos un amor capaz de dar la vida por nosotros. Muchos se rieron de Él…y le crucificaron.
Esa es la historia de la Navidad, una historia de amor, de verdad y de dignidad humana, Dios nacido niño de un hombre y una mujer. Todos volvemos a nacer de nuevo.
Creo que la señora Sandra Gómez no acabó de entender la historia completa de la Virgen María y, me temo, que de ninguna mujer. Se quedó sólo con una parte,¿o debería decir «la parte»? Y yo le sugeriría que si tan orgullosa está de violentar la intimidad que supone para una mujer la preservación de sus partos, que la próxima Navidad edite una foto de la madre que la trajo al mundo que, por cierto, se quedó descansando.
María José Ibáñez