El autobús amarillo acelera en su camino hacia ningún sitio. El resultado de los que ayer votaron en Cataluña (tan solo un 53,42% del censo) ha ido por muy poco a partidos separatistas de diferente cuño y radicalidad. Concretamente 1.553.020 de partidos independentistas contra 1.134.768 del voto constitucional.

Como explicación podría decirse que los radicales, siempre quieren votar y tienen mas voluntad de hacerlo que el conservador que se queda en casa por miedos a contagios, pero los resultados son los que son.

¿Y ahora qué?, pues ahora más de lo mismo. Entre los rupturistas se pondrán de acuerdo en seguir caminando por un camino, que aparte de no llevarles a ningún sitio, supondrá para los catalanes, más radicalidad, más conflictividad, más empresas que se irán a otras comunidades autónomas, menos gobierno y probablemente, más frustración y desempleo.

Pero la ley es la ley y los resultados son los que son. Está claro que estos radicales tenían muchas ganas de votar y ahora lo han hecho de un modo legal. Aunque los resultados del ‘butifarréndum’ con todo su montaje y ‘trampicidio’, fuesen mucho ‘mejores’ para ellos (alguno votó hasta decenas de veces), en este caso, se ha llevado a cabo con todas las de la ley, de la ley española, por cierto.

El autobús amarillo se pondrá de nuevo en marcha dentro de unos días. Para ello tendrán que ponerse de acuerdo los conductores de los distintos tramos, pero al final, llegarán a un acuerdo. Estén seguros.

Siguen sin entender lo sencillo y más elemental: Si una familia o colectivo persigue algo irrealizable, no vale juntar la voluntad de la mitad más uno, ni siquiera sirve decidirlo por unanimidad. La Ley no puede vulnerarse aunque en un barrio o en una comunidad de propietarios se decida ir por libre o constituir por ejemplo, un espacio independiente o una nación dentro de otra.

Saben que al final del camino está el abismo, pero quieren volver a poner en marcha ese cacharro fantástico que les llevará al precipicio y lo saben. ‘¡Lo volveremos a hacer!’ dicen, envalentonados, sabiendo que ni unos pocos radicales, ni la mayoría absoluta de Cataluña o de otra comunidad autónoma podrán decidir por el resto. Lo saben y se callan, o no lo dicen porque les va bien mientras dura el viaje.

El autobús amarillo ya está arrancado y solo esperan pisar el acelerador a fondo. Pues bien, puede ser que se estrellen contra el muro de la ley o bajen volando por el barranco. en ambos destinos les estaremos esperando todos los demócratas y respetuosos con las leyes para recordarles el catecismo y decirles nuevamente que si no les gustan las leyes, en democracia se pueden cambiar.

Y si se ponen tercos y perseveran en sus tropelías, tendremos que sacar el comodín del artículo 8 de la Constitución Española para recordarles lo que hacen las Fuerzas Armadas.

Jesús García