El trabajo no es la finalidad de la vida, es un medio para hacerla más llevadera, más grata y para que el hombre pueda realizarse, desarrollar sus habilidades y sentir satisfacción de lo conseguido. El resultado de ese proceso tiene que aportar amplios beneficios a todos igual que al mismo sujeto. Los tiempos pasan y las costumbres pueden modificarse pero hay pautas, principios que siguen firmes y marcan con claridad lo que es consustancial a la persona y a su integración en la sociedad.

Ahora parece que todo ha revertido, que nada es firme pues desde el mismo Gobierno están lanzando propuestas inquietantes, para señalar la más reciente “ no hay que comer carne…menos carne y más vida “ Y cabe preguntarse ¿ quién es ese señor Alberto Garzón, ministro de Consumo, para sentenciar con esta rotundidad? Su currículum académico nos indica que posee la licenciatura en Economía, nada señala que lleve incorporado conocimientos en nutrición, en sanidad o en medio ambiente, último motivo dado para ingerir menos ese alimento cárnico.

Un afán enfermizo por manifestarse “ sabio “ en todo lo que interese en un momento propicio para promocionar su estatus y hoy, el trayecto corto y directo, se encuentra en la “ carrera política”. Nunca se ha adolecido de personal capacitado en dirigir y administrar los intereses nacionales, como de un tiempo hacia aquí. Másteres inventados, tesis compradas, pocos años de trabajo, pero eso sí, antes con atuendos desaliñados y ahora en la poltrona con trajes de diseño y toques capilares de pose.

Una nación se sustenta con las personas que le dan materialidad, lo que implica tener conciencia de ser sujetos de derecho y por ahí ha aparecido la grieta que desestabiliza el sistema. Muchos sectores sociales han sido expulsados y los instrumentos afanados en conseguirlo son: la oratoria orquestada de los medios informativos, la propaganda avasalladora de algunas fuerzas políticas y en primera línea la siembra realizada por el programa educativo, la LOGSE.

Nada es por casualidad, todo resultado es fruto de un proceso con principio y fin, con artesanos a sueldo, con etapas previstas, el legislar para facilitar la elección de ciertos magistrados por los políticos, el traspaso de competencias a las Autonomías sobre Educación, Sanidad y Seguridad , la Ley de Memoria Histórica, la de Violencia de Género, el traspaso de la Gestión de Prisiones, unas Televisiones públicas cuyo fin es monopolizar la información y socavar las bases del sistema democrático…entre otras muchas iniciativas encaminadas a tal fin

En el transcurso de la legislatura del hoy Presidente del Gobierno, se han producido muchísimos traspiés de gestión, redactados de ley con todo cariz de anticonstitucionalidad, decisiones ministeriales impropias de nuestro modelo político, utilización del dinero público con poca transparencia, y todo con la ayuda en nómina de muchos consejeros. Pero posiblemente lo que más zozobra produce es ver la lentitud por parte de los juristas en tramitar las denuncias y de los jueces en comunicar las sentencias. Sentencias que cuando salen a la luz ya no tienen sentido de ser, pues ha transcurrido demasiado tiempo desde que se produjo el presunto delito. Es el caso del decreto del primer Estado de Alarma, y cuando ya hemos sufrido más de uno, llegará la sentencia.

La sociedad tiene la obligación de ofrecer modelos de comportamiento que sirvan de referencia para cumplir con lo correcto en todas las tareas laborales, no es ético permitir a cierta clase política vegetar en el cargo sin merecerlo, encabezar la riendas de sectores de gran calado económico sin los conocimientos curriculares, transitar por la ruta oficial con subidas y bajadas acompasadas para llegar al final, con el dedo índice del jefe de turno, a tener un puesto eterno con una remuneración salida de los presupuestos del Estado en detrimento de un verdadero y claro destino social.

Colofón del triste panorama que nos sobrecoge es la infame calificación que ha otorgado con ”’disgusto ”’el señor Sánchez al sistema político establecido en Cuba “ no es una democracia “. Un servidor público con la responsabilidad que asume por su cargo, no puede tener tal comportamiento, no puede sortear el desaprobar con firmeza la dictadura comunista implantada en el país hispanoamericano desde hace más de cincuenta años, una dictadura que tiene en su saldo muertos, encarcelados, reprimidos, exiliados, hambre y mordaza a la libertad.

Sólo nos queda como país despertar del sopor que nos aletarga y que nos ha llevado a tener en las Instituciones a los nacionalistas de cualquier signo, a los Bildu y afines, a los comunistas, a todos los que tienen como prioridad destrozar España, privarnos de la convivencia y asolar nuestra economía pero eso sí, ellos con unos modelos de vida propios de la élite globalista.

Ana María Torrijos