Me gustan todos los deportes y, es verdad, me suelo decantar siempre por alguno de los participantes aludiendo a razones subjetivas que son muchas veces ajenas a lo extrictamente deportivo. Seguro que influye el que sea catalán y que, de un modo u otro, la política siempre esté presente. Aquí nadie está exento de la pretendida abducción y mentalización política que siempre se ha profesado en la escuela catalana y en los medios, aunque, como es evidente, muchas veces el tiro les sale por la culata.

Ese enfoque se agudiza cuando hay un enfrentamiento entre dos españoles, siendo uno de ellos el que quiero que pierda hasta en los entrenamientos, o cuando alguno de los nuestros se enfrenta a un representante extranjero. En ese caso, el sano disfrute de una experiencia deportiva se convierte en una dualidad entre disfrutar del deporte o pasarlo mal con la victoria del que yo no quería.

La cosa adquiere un tinte melodramático si el representante español es el equipo de España. En ese momento la cosa se pone fea. Tal y como he dicho en otras ocasiones, soy de los que disfruta de forma mayúscula con los triunfos nacionales, pero lo paso mal cuando, por ejemplo, nos eliminan en un Mundial, se acaba la participación de los nuestros en una eliminatoria o, singularmente y dado el vínculo con el estímulo patrio que tiene, nos quedamos sin representantes en un Grand Slam de tenis, no compite alguno de los nuestros para la pole en motos o coches, perdemos el maillot de líder en alguna prueba ciclista, o cualquier otro ejemplo con equipo de España o alguno de los nuestros que abandera lo español sin complejos.

En este sentido me sirve, más allá del equipo o deportista que lleva la camiseta con nuestros colores patrios, el jugador o club español que ponga el nombre de España y represente a nuestro deporte. Por esa razón, focalizando en el denominado deporte rey, quiero felicitar al reconocido como el mejor club de la historia por su logro de la 14ª Copa de Europa o Champions Ligue.

El Real Madrid, el mejor representante del deporte español a nivel mundial, dispone del merecido reconocimiento como el club número uno, sin comparaciones posibles con los restantes equipos punteros. Este pasado fin de semana ha ampliado su leyenda con una “orejona” más que le apuntala en su privilegiada posición como el más laureado y mejor equipo de fútbol del planeta.

Su número de títulos en la máxima competición europea (14) duplica los acumulados por el segundo equipo, el Milán. Tras estos dos grandes de Europa –con las diferencias que supone comparar sus cifras-, tenemos en el tercer escalón del podio a los ingleses del Liverpool y los alemanes del Bayern con 6 títulos de la máxima competición europea cada uno.

Pero a la hora de hacer comparativas, con un club que atesora los mismos trofeos que todos los equipos ingleses juntos, lo que me gusta es hacer un balance que sume por países. Bajo dicho enfoque, además de las 14 Champions del mejor club español, hemos de contar las 5 que aporta el Barcelona. Una cifra que, aunque solo sea un tercio de las que acumula el equipo merengue, permite que España acumule una cifra muy alejada de las que logran nuestros vecinos continentales, situándonos como el país con mayor número de Champions, al sumar entre ambos la gratificante cifra de 19. Ese trono español en la máxima competición del fútbol europeo se repite en la segunda de las competiciones continentales, al disponer de 13 Europa Ligues (antes Competición de la UEFA), con el Sevilla como el más laureado al disponer de 6 títulos en sus vitrinas.

Lo que sucede en el fútbol, que tiene réplica en otros muchos deportes, nos convierte en el referente continental. Debemos considerarnos unos auténticos privilegiados por tener clubes de primer nivel y equipos que representan a España siempre luchando por alzarse con los respectivos títulos en sus competiciones.

Si nos ceñimos al mundo del fútbol, teniendo fresco el logro reciente de la última Champions por parte del Real Madrid, queda certificado que, a pesar de lo que se diga en TV3 o lo que manifiestan los mentideros de los medios manipuladores del separatismo -que no digieren los éxitos del máximo rival doméstico-, la realidad a la hora de definir al mejor club del mundo no merece discusión. Casi sonroja comparar unos con otros o plantear dudas a tenor del balance histórico, ya sea en blanco y negro vs color o valorando este siglo vs el pasado, entre los que de verdad son los más grandes y los que solo acceden a ese nivel en las mentes imaginativas y obsesivas de sus supremacistas fanáticos.

Quedémonos con que 14 más 5 dan 19 y la contribución de ambos nos pone arriba del todo, como España se merece.

Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans