La capacidad de nuestro actual presidente del Gobierno, para hacer lo que le place con el mínimo coste electoral y sin que se produzca una revuelta social, es sobresaliente. De hecho, una vez pase esta dolorosa fase de ciclo sanchista, con el consiguiente destrozo de todos los cimientos de la convivencia y la razón, se le puede augurar un futuro prometedor en el arte del encantamiento. Se cree dominador de todo tipo de serpientes, incluso la que se enrosca en el hacha, cuando es evidente que, en concreto y en lo referente a esa, es ella la que le tiene plenamente cautivado y sumiso.
Salvando esa utilización del que parece un mero tonto útil, encaprichado por seguir en palacio y jugar a los avioncitos, lo cierto es que su don cautivador es perceptible. Situación previsible al disponer de un control riguroso de los medios de comunicación y una campaña de imagen nunca vista antes en la política nacional. Tan solo sigue la línea marcada, como fuente inspiradora, de otros regímenes autoritarios y añorados del otro lado del Atlántico. No nos engañemos, hoy nuestra libertad está condicionada y limitada. Sabemos que nuestro socialcomunismo gestiona, influye, promueve o anula, a su criterio y antojo, las demandas de la sociedad.
Para el número uno en el ránking de mentiras y falsedades es fácil lograr la euforia del afín palanganero, como hemos visto en su última visita a Barcelona. Todo es sencillo rodeado de una calaña a la que poco le importan las manipulaciones y los retoques de los decretazos presidenciales. Se trata de gente a la que les da lo mismo el consenso del redactado constitucional, siempre que las alteraciones en el mismo tengan como objetivo el beneficio propio y partidario, o el de sus amigos.
Que el hazmerreír de la Internacional Socialista venga a calentar el ánimo de sus hordas puede ser lógico, aprovechando que ya tienen candidato -el mismo- para las municipales en Barcelona. El líder puede contar y vender sus éxitos tergiversados a los palmeros, a los que no les importa que se tomen medidas en favor del golpismo, aunque supongan una inmoral invitación a que lleven a cabo nuevas intentonas, ahora con el Estado desprotegido y necesariamente sumiso.
La mimetización y palabrería, haciendo entrar en éxtasis a los que asisten a sus mítines, es fácil si la visita es al PSC. La rebaja moral que vivimos, con un presidente que quiere acabar con la nación que preside, tiene mucho que ver con la influencia en la política nacional de los amigos nacionalistas del PSC. Un partido de alcance territorial que domina al PSOE nacional. Tanto que tiene la fuerza necesaria para negar la voz y la opinión de los barones díscolos. Esos que “de boquilla” quieren aparentar que van en contra de la dinámica actual y denigrante del histórico socialismo español, mientras se aferran al sillón y al sueldo que, en ningún caso, pondrán en riesgo.
El PSC, capaz de imponer multas lingüísticas –Montilla- o plantear un inconstitucional y zapateril Estatuto de Autonomía –Maragall-, ha sido siempre el verdadero culpable. El separatismo gana fuerza y crece gracias a la mísera y rastrera política camuflada de ese partido al que no tenemos nada que agradecer y que, de ningún modo, puede considerarse el refugio del voto constitucionalista catalán. Tal y como sucedió en las últimas autonómicas.
En aquel momento, con la debacle de Ciudadanos y la transferencia mayoritaria de sus votos en favor de la candidatura de falso constitucionalismo, nos vimos abocados a una presencia en las instituciones de menor proporción a la que socialmente corresponde a los defensores de la vigencia de nuestra Carta Magna. Es la consecuencia derivada de la confusión en las urnas, votando al partido que, con Sánchez y sus decisiones, ha dejado de tener hueco en la trinchera de los buenos.
La manipulación interesada de los mensajes electorales, con el único ánimo de captar votos del socialismo no separatista, hace un alarde de hipocresía tras las elecciones. Acabado el recuento, el sanchismo ya puede mostrar lo que es, sin caretas ni camuflaje. No tienen complejos para sacar a relucir, contradiciendo a sus propios electores, su versión connivente y comprensiva con la humillante retahíla de cesiones y concesiones en favor del separatismo. Así ha sido siempre y parece que no aprendemos. Es absolutamente necesaria la presencia, en el catálogo de partidos a votar, de una candidatura de izquierda socialista donde primen y se respeten los valores constitucionales, sin que se juegue con algo tan sagrado como es la unidad de la nación española.
En este sentido es de agradecer que, al menos, los separatistas vayan de cara con sus peticiones. Saben que el sanchismo carece de principios y valores, importándole sólo el poder. Esa falta de decencia supone la aceptación plena de todo lo que se negocie, sin importar la nación española y los españoles, convirtiendo a sus muchos votantes no separatistas en simples muletas del separatismo.
Al hilo de nuevas concesiones humillantes en cartera, ayer nos generó un escalofrío el planteamiento de un referéndum pactado. La propuesta navideña del líder de ERC no podemos obviarla, sabiendo quien está al otro lado de la mesa negociadora. Se trataría de una consulta vinculante en caso de lograr el 55% del voto favorable sobre la base de una participación mínima del 50% del censo. Vamos, que algo tan serio como es la posible segregación de una porción de la nación sería factible con el voto afirmativo de poco más del 25% del censo. Sencillamente ridículo. Todo esto nos pasa por tener a semejante mamarracho anclado en Moncloa.
Sólo la posibilidad de ser cierto, conociendo la falta de escrúpulos del camarada Sánchez, genera cierta angustia. Puede ser tremendo el lío, con ambos bandos con los nervios a flor de piel y la certidumbre de que algunos seremos siempre leales y legales, dando la credibilidad que merece a nuestros artículos cabecera de la Constitución. Nos importará cero los posibles compromisos que haya asumido el vendepatrias con el enemigo separatista, si ello deriva en una ruptura que no permitiremos.
Exijo al residente en Moncloa que deje de tocar las narices y se abstenga de calentar al constitucionalismo real, en donde no está el actual PSOE ni se espera al PSC, con alusiones manipuladas de conceptos tales como convivencia, armonía o paz social, puesto que se trata de términos que puede ahorrarse por ser del todo improcedentes. Su reiterada sumisión ante el separatismo, para perdurar en el poder, suponen una deshonrosa y vergonzante capitulación. Algo por lo que sí tiene garantizada su ansiada mención o reseña en la Historia de España, tal y como merece un personaje ruin que va ser difícilmente superable.
El encantador de serpientes está demostrando su capacidad para anular todos los poderes del Estado, tejiendo una red clientelar en pos de su continuidad, a pesar de que, con ello, se ponga en serio riesgo el futuro de España como nación unida y soberana. La Justicia, bastión junto al rey para parar el golpe de 2017, ya está en pleno proceso contaminante, adecuando su función a las directrices y necesidades del señor de la Fiscalía y, por encima de todo, del separatismo. Y, en lo que a la institución monárquica se refiere, podemos intuir la hoja de ruta pensada por la coalición de gobierno en el medio plazo. La cosa no pinta nada bien.
¿Qué hace falta, aunque solo sea para que se retrate este encantador de serpientes ante todos los españoles, para plantear una moción de censura?
Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans