“Ahora las ilusiones han cambiado de color y hemos renovado la esperanza, toca volver a motivar y demostrar que se está en política para revertir lo que no funciona”

La gente quizás no sepa valorar, como merece, tomar ciertas iniciativas. En este sentido, ser activo y demostrar que se está en contra de la política llevada a cabo por el nefasto Gobierno de España, encabezado por el impresentable Sánchez, poniendo encima de la mesa un diagnóstico de la situación y planteando alternativas constructivas para corregirla, se puede llegar a interpretar como una apuesta arriesgada o, incluso, contraproducente.

Es el primer razonamiento que saco al pensar en la moción de censura que desde hoy martes 21 de marzo tendrá lugar en el Congreso de los Diputados. Una moción que todos los españoles de bien entendemos que tiene su lógica, si anteponemos y priorizamos debidamente esa necesidad de quitar a semejantes malos gobernantes de la órbita de poder lo antes posible.

El augurio de lo que pueda venir después, si tiene lugar como deseamos un cambio de gobierno tras las elecciones generales, deja como poso ciertas lagunas. Es la consecuencia derivada de la conducta prevista por el principal partido de la oposición. Éste, ante la estrategia de arremeter contra los ilustres ocupantes de sillones en el Consejo de Ministros y su cabecilla, se plantea como respuesta a la citada moción una postura ambigua y laxa que, en realidad, arropa al actual presidente y sus políticas. Esa es la lectura que muchos podemos hacer ante su previsible abstención.

Sabiendo que no hay nada que hacer, y que la mayoría Frankenstein seguirá haciendo de las suyas hasta que vayamos a votar y definitivamente les demos la patada donde merecen, veo acertada y valiente la postura de los que miran adelante sin complejos y que, sin posibilidades de ganar, tiran del carro y justifican su sueldo. Al menos generan debate y nos hacen conocedores de sus intenciones, compensando sus emolumentos con acción y política.

No olvidemos la gran referencia que tenemos los catalanes al usar el argumento del silencio como enfoque ante una pérdida asegurada. Me estoy refiriendo a las demoledoras consecuencias que derivaron del pasotismo de un partido que, con la victoria autonómica y nada menos que 36 diputados –siendo la fuerza ganadora en dichos comicios-, prefirió usar la estrategia del avestruz. Algo que frustró de un modo definitivo a cerca de un millón de catalanes que apostaron por la valentía y el coraje de la alternativa constitucionalista aglutinadora. Aquel silencio incomprensible, los miedos a perder, la falta de presión para que la candidatura ganadora tuviese la opción de presentar su posible investidura, junto con la consabida fuga de cerebros a la capital, acabó por sentenciar, creo que irremediablemente, al que fuese el partido de la ilusión en nuestra autonomía.

Ahora las ilusiones han cambiado de color y hemos renovado la esperanza, toca volver a motivar y demostrar que se está en política para revertir lo que no funciona. Y, aunque sea usando como interlocutor una persona que creo que no era necesaria, teniendo a oradores de primera en el partido que lidera la moción, hay que escuchar y sacar las conclusiones oportunas ante esta muestra de energía convencida.

Convendría que se reflexionara profundamente con el riesgo que supone convertirse en palmero del narcisista ególatra, o llegar a considerarlo la opción preferente en los pactos postelectorales. Esa es la traducción que la opinión pública puede sacar ante el comportamiento esperado por los del líder con sillón en el Senado. Una dinámica que genera innumerables dudas que, a la postre, pueden someter al partido que se supone ganará a final de año en otro bluf, tal y como aconteció con la falta de valentía mencionada en el párrafo dedicado al obituario naranja.

Bravo por los valientes que, aun con la pérdida garantizada, no les falta el sentido de Estado y dan la cara por España.

Borja Dacalan

Artículo publicado en “ElCatalán.es”.