Los hechos de la semana multiplican hasta el infinito la infamia de un gobierno y al frente su presidente. Querer de repente al final de la campaña vasca decir que sus socios con listas electorales ensangrentadas no cumplen los parámetros democráticos y tras ellas en la sesión de control del miércoles volver a alabarles diciendo que han ganado las elecciones los mismos que apoyan al gobierno. Nuevo escándalo con la mujer del presidente del Gobierno, el hermano cercado por sospechas. Illa mintiendo en la comisión de investigación con el asunto de compra masiva de mascarillas fraudulentas en el escándalo de Koldo. Sanidad sí contrato con la empresa de la trama. Francia facilita información sobre el asunto de las escuchas Pegasus y los jueces reabren el caso.
La situación, como ya venimos señalando hace meses e incluso años, es insostenible y no existe democracia en Europa que incumpla los requisitos esenciales de compliance para ostentar un cargo de tal responsabilidad, como hace el jefe de Gobierno español. La falta absoluta de principios éticos y básicos es no sólo indiscutible, sino una auténtica sublimación de la vergüenza.
La corrupción que cerca al Gobierno es tal y tan abyecta y vil, que es el ejemplo sin igual de la más alta consideración de repudio. La inmoralidad es tal que supera cualquier límite conocido. La mentira es la única verdad permanente del Gobierno. El ataque a las instituciones, letal. La ley de amnistía que le da oxígeno para su día a día a cambio de siete votos golpistas y de prófugos, un ejemplo inaudito de corrupción al más alto nivel para lograr una autoamnistía de los políticos, la quiebra de la igualdad de todos los españoles, la quiebra de la independencia judicial, la quiebra de la división de poderes, la quiebra del Estado de derecho y lograr así la quiebra y desaparición de la propia democracia. Pero además, la constatación de que debimos de entrar en Europa de una manera fraudulenta al ser nuestro ordenamiento, nuestros jueces y nuestras sentencias las de un Estado no democrático, que sentenció un golpe de estado sin deber hacerlo, por no responder a las normas de un Estado de derecho.
Estábamos en todo ello cuando salta la investigación judicial abriendo diligencias por denuncia por tráfico de influencias y corrupción, a la mujer del presidente del Gobierno. El presidente del Gobierno se va muy rápido del Congreso de los Diputados y por la tarde se dirige por red social con una carta a la ciudadanía, a los españoles, para autosuspender cinco días sus funciones.
Además de la falta absoluta de respeto a los españoles con un comportamiento pueril y sin justificación alguna, saltándose todos los procedimientos reglados y el mínimo respeto a su cargo, resulta que en su relato escrito voluntariamente apela a su situación conyugal para tratar de dar pena por un lunático y esquizofrénico invento de ataque de la derecha y ultradederecha repetido varias veces. Un relato de victimismo –y amenaza al tiempo– al poder judicial y a los medios libres, que denuncian exclusivamente y en libertad hechos gravísimos y, por supuesto, la obligación de los jueces de atender una demanda sea quien sea el demandado. Una amenaza sin precedentes en su relato dirigido a los españoles, teñido de un manto de cordero degollado, en medio de unas autovacaciones y en medio de una dimisión a medias, tipo cuando se roba en una casa, pero se dice que se ha medio robado, y aquí, por tanto, medio dimitir. Un texto en el que habla y piensa exclusivamente en primera persona, cuando eso es en lo último en que estaría pensando un demócrata, ya que su empeño sería pensar exclusivamente en el interés general.
Un presidente de Gobierno que ha decidido ser él quien denuncie una autodimisión temporal y de medio recorrido por causa de las investigaciones por corrupción a su mujer, tal y como han recogido los medios internacionales más importantes. Habrá querido victimizarse y autoprotegerse para autorreafirmarse plebiscitariamente, sin explicar nada a los españoles, pero la realidad es que es él quien ha terminado por denunciar voluntaria y públicamente su debilidad, tras la trama de su mujer en asuntos no explicados ni desmentidos nunca .
Ya nadie va a borrar jamás en la prensa internacional que «la mujer del presidente está bajo investigación por corrupción y su marido pensando en irse» (Corriere della Sera), «el presidente del Gobierno español dice que está considerando dimitir tras la apertura de una investigación por corrupción contra su esposa» (Le Monde), «el líder español dice que está considerando dimitir, mientras su esposa enfrenta una investigación» (The New York Times).
Es de tal magnitud la calificación de la realidad y de la verdad, por los medios extranjeros, que cualquier camino que elija será el de su desprestigio definitivo para no poder ya nunca más aspirar a nada visible y, además, ser ya definitivamente a nivel mundial perfectamente calificado como quien no merece más la mínima consideración y respeto. Quien no merece nunca más la dignidad ni el honor, quien está ya para siempre desposeído y degradado de la más mínima honra. Quien a pulso y voluntariamente se ha ganado sólo, solo él, el menosprecio y la vergüenza.
Amalio de Marichalar
Artículo publicado en “OkDiario”