A pie de calle las cosas se ven de un modo más objetivo. Por eso, muchos nos vemos asombrados al compartir algún rato con esa buena gente, muchos de ellos familiares o amigos, que, con una ilusión que a la postre se demuestra tergiversada o manipulada por las mentiras que tienen lugar durante la campaña electoral, ven como su compromiso con el enfoque constitucionalista se ve corrompido y humillado tras votar al partido socialista.
Desgraciadamente, se trata de un fraude contrastado y evidente que no supone un cambio de opinión en la siguiente cita con las urnas, al tener la moral secuestrada y el ADN fanatizado haciendo imposible el apoyo al dispar. Algo que trae consigo una distorsión entre lo que piensa el elector y las políticas postelectorales del partido beneficiado por ese voto cautivo del ciudadano socialista que, por lo visto, no encuentra otra alternativa solvente o convincente a la que sumarse. Por tal razón, cae en la trampa y sigue, erre que erre, topándose con el mismo barrizal de engaños del PSC o, en términos generales, de ese sanchismo obsesionado con el poder que actualmente parasita las siglas del PSOE.
Se trata de un colapso mental inducido que, interesadamente, busca la confianza de aquellos que pueden seguir ubicados en tiempos pasados y momentos superadísimos, llegando a utilizar el guerracivilismo como arma y valor a la hora de convencer a los que dudan. Una recurrente medida de emergencia que activa el fanatismo y ejemplifica la falta de principios de los vendepatrias que ponen su nombre en candidaturas de alguna de las versiones del PS.
El estoico votante socialista digiere todos los fraudes que sus líderes llevan a cabo, contrarios al constitucionalismo que sirvió de argumento para captarlos como votantes. Sin encontrar, normalmente evitando la molestia en buscar, una opción capaz y diferente que sea depositaria de su apoyo sin riesgos de traición. Lejos queda aquella posibilidad nacida en Cataluña que llegó a vencer en unas autonómicas, pero que hoy no está en su mejor momento. Ciudadanos, sumando electores de modo transversal y fidelizando al centro e izquierda contrario a la deriva nacionalista y reconocida del PSC, creó una esperanza que no voy a remover en este escrito. Todos conocemos el pasado, el presente y el aparente futuro que parece que les espera.
En la actualidad, hemos de confiar en que el votante constitucionalista piense en VOX, en el Partido Popular o en renovar su confianza en lo que queda de Ciudadanos, dando portazo a la falta de valores constitucionales del PSC y del sanchismo. Decir que el voto al PSC es el mayor fallo desde la vertiente constitucionalista debería ser algo innecesario. La gente ha de darse cuenta y asumir el error que conlleva seguir anclado en un apoyo electoral que erosiona la presencia del Estado y de España en nuestra tierra, impulsando, además, al socio separatista y toda su deriva paranoica. Para eso sirve el PSC, no nos engañemos.
Convendría una alternativa futurible en ese flanco ideológico de izquierda constitucionalista, quizás sirviéndose del apadrinamiento de los viejos líderes de aquel socialismo que fue combativo con el separatismo y que estaba en las antípodas de los herederos del terrorismo que hoy son los socios preferentes del PSOE. Para el votante socialista de base, aquellas personas sí representaban a la verdadera izquierda, la que supo amoldarse a las circunstancias, aceptó las reglas de juego constitucionales y fue fiel a la nación española. No pueden olvidar a los referentes socialistas que apuntalaron e hicieron posible la transición política en España, rechazando y sintiendo vergüenza de los que ahora se han apropiado del PSOE y demuestran que lo único que les importa es seguir viviendo de los privilegios del poder, dejando de lado los principios y los valores.
Los referentes del socialismo patrio, estando apartados de la política activa, seguro que se sienten muy inquietos ante la ruina que se nos avecina. Por eso, les animo a que se impliquen y colaboren en la posibilidad de patrocinar, fomentar, crear o inducir la puesta en marcha de una solución que pueda hacer frente a los fraudulentos que se han adueñado de un PSOE que hoy da mucha pena. Puede ser una implicación meramente depuradora. Una vez solventado el problema y apartados los contaminantes y míseros sanchistas, las aguas podrían volver a su cauce. Se trataría de recuperar al socialismo secuestrado por el extremismo comunista y los separatistas, anteponiendo criterio y decencia frente a la vanidad y egolatría del actual líder del partido.
Como opción, también muy recomendable, podría ser interesante el aprovechamiento de alguna de las soluciones que ya pueden existir en ese perímetro ideológico, con el impulso de reputados y fiables socialistas de renombre, dando oportunidad y protagonismo a verdaderos comprometidos que hoy pueden ser desconocidos, pero a los que no les falta compromiso y voluntad. Los padrinos deberían facilitar el desbloqueo ante medios, sabiendo que la maquinaria manipuladora del poder socio-comunista está perfectamente engrasada para darse autobombo y ningunear a todo el que no les sea de su agrado, menos aún si es un posible rival.
Mientras Sánchez y todos sus palmeros no culminen el destrozo en marcha, aunque van dando pasos agigantados, todavía estaremos a tiempo para encontrar alguna solución confiable. La izquierda constitucionalista tiene dos vías: dar un paso al frente y recuperar el poder en el PSOE exigiendo el fin del liderazgo del maligno Sánchez, o, si eso es descartable por la contaminación existente en Ferraz, explorar posibilidades alternativas de una nueva izquierda que, sin riesgo a la humillación y traición, fuera satisfactoria para el votante socialista.
Javier Megino